Skip to main content

La Loca de la Casa: Escena VI

La Loca de la Casa
Escena VI
    • Notifications
    • Privacy
  • Project HomeBenito Pérez Galdós - Textos casi completos
  • Projects
  • Learn more about Manifold

Notes

Show the following:

  • Annotations
  • Resources
Search within:

Adjust appearance:

  • font
    Font style
  • color scheme
  • Margins
table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Comedia en cuatro actos
  4. Personajes
  5. Acto primero Salón de planta baja en la torre o casa de campo de Moncada, en Santa Madrona.— Al fondo, galería de cristales que comunica con una terraza, en la cual hay magníficos arbustos y plantas de estufa, en cajones.— En el foro, paisaje de parque, frondosísimo, destacándose a lo lejos las chimeneas de una fábrica.— A la derecha, puertas que conducen al gabinete y despacho del señor de Moncada.— A la izquierda, la puerta del comedor, el cual se supone comunica también con la terraza.— A la derecha de esta, se ve el arranque de la escalera, que conduce a las habitaciones superiores de la casa y al oratorio.— A la derecha, mesa grande con libros, planos y recado de escribir.— A la izquierda, otra más pequeña con una cestita de labores de señora.— Muebles elegantes.— Piso entarimado.— Es de día.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  6. Acto segundo La misma decoración del acto primero.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  7. Acto tercero
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  8. Acto cuarto
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena última
  9. Autor
  10. Otros textos
  11. CoverPage

Escena VI

VICTORIA; después CRUZ; al fin de la escena HUGUET

VICTORIA.— (barriendo con decisión.) No cede, no. ¡Razón tenía la pobre! El sacrificio sería horrible, tremendo... superior a las fuerzas humanas. (Parándose meditabunda.) No, no, no; nada es superior a este soberano impulso del alma, nacido de la fe, y que frente a las dificultades se encrespa, se agiganta, y las arrolla al fin, las pulveriza. (Entra Cruz.) ¡Ah! Este es sin duda... sí... ese Cruz... la bestia...

CRUZ.— (¡La monja!) (Deteniéndose cohibido.) VICTORIA.— Pase usted. (Sigue barriendo.) Papá saldrá pronto. (Después de observarle rápidamente.) (En efecto, amarguillo debe de ser este cáliz...) Tome usted asiento, señor Cruz.

CRUZ.— ¡Ah, me conoce usted! VICTORIA.— De fama.

CRUZ.— Aquí la tengo muy mala, según parece.

VICTORIA.— Regular.

CRUZ.— Pues yo... No es esta la primera vez que veo a usted.

VICTORIA.— (parándose, apoyada en el palo de la escoba.) ¿A mí?... ¡Ah, en mi infancia! CRUZ.— No; ahora.

VICTORIA.— ¿En dónde? CRUZ.— (siempre con sequedad.) Acostumbro madrugar. Esta mañana salí tempranito a dar mi paseo; entré en el parque por la hondonada de Paulet, y allá, en el lavadero que hay entre los tilos, estaba usted con otras mujeres.

VICTORIA.— ¡Ah!, sí, lavando...

CRUZ.— Díjome Rufina que por las mañanitas suele usted ir allá, y que ayuda a lavar la ropa de los criados.

VICTORIA.— Alguna vez.

CRUZ.— Pues sí; usted no me vio a mí. Pasé de largo... Hablando de obra cosa: seguramente usted no se acordará de aquellos tiempos... Era muy niña.

VICTORIA.— Sí que me acuerdo... (Con asombro infantil.) ¿Y es cierto lo que dicen? CRUZ.— ¿Qué? VICTORIA.— Que es usted Pepet, aquel muchachote tan...

CRUZ.— Acabe: tan diabólico, tan cerril y de mala sangre, según decían.

VICTORIA.— Pero ¿de veras?... ¿es usted el mismísimo Pepet? CRUZ.— El legítimo, el auténtico, el que tiraba del carrito en que se paseaban las dos niñas...

VICTORIA.— ¡Vamos, y que hacía usted de caballito con una propiedad...! CRUZ.— Con tanta propiedad, que usted, una tarde, se empeñó en que había de comer cebada.

VICTORIA.— ¿De veras? Ja, ja...

CRUZ.— Y la comí.

VICTORIA.— ¡Qué cosas! CRUZ.— No sé si se acordará de cuando usted y su hermanita, asomadas a la ventana de arriba, mientras yo abría los hoyos...

VICTORIA.— ¿Le echábamos salivitas y salivitas...? ¡Vaya si me acuerdo! CRUZ.— Que me caían aquí. (En el pescuezo.) VICTORIA.— Después se fue usted a las Américas, y ha vuelto cargado de riquezas, que no le sirven más que para ofender a Dios. Porque el dinero, entiéndalo usted, (en tono infantil y gracioso) es cosa muy mala, pero muy mala.

CRUZ.— Tan malo, que todos lo persiguen... para cogerlo.

VICTORIA.— Hay gustos muy raros.

CRUZ.— Como el de usted, por ejemplo.

VICTORIA.— ¿Cuál? CRUZ.— Si no se enoja, se lo diré.

VICTORIA.— Diga.

CRUZ.— Eso del monjío, envolver su rostro en la desairada toca, vestirse con tan feo traje, adoptar una vida de estúpidas ñoñerías, entre beatas asquerosas y frailes imbéciles.

VICTORIA.— (¡Cuanta grosería!) Sí, ese es mi gusto. ¡Qué quiere usted!... Dígame, ¿esa manera de hablar y de calificar a las personas religiosas, es constante en usted? CRUZ.— Cuando me piden mi opinión, la doy sin floreos. Soy muy burdo, muy mazacote.

VICTORIA.— Ya, ya se ve. (Volviendo a barrer.) (Verdaderamente, el sacrificio sería espantoso... ¡Qué facha, qué innoble lenguaje, qué bajeza de pensamientos!) HUGUET.— (que no pasa de la puerta de la derecha.) ¿Pero estaba usted aquí? Juan y yo le esperábamos...

CRUZ.— Me entretuvo la barrendera...

HUGUET.— Pase, pase... (Salen Cruz y Huguet por la derecha.)

Annotate

Next / Sigue leyendo
Escena VII
PreviousNext
Powered by Manifold Scholarship. Learn more at
Opens in new tab or windowmanifoldapp.org