Escena XVI
CRUZ, con el hacha en la mano, el rostro tiznado y encendido; LLUCH, que se va por la escalera y vuelve poco después.
CRUZ.— La madre y el hijo salían... como huyendo de mí... (Deja el hacha sobre la mesa.) Ella es una intrigante, y él un redomado hipócrita. (Comprendiendo.) Sin duda, aprovechando mi ausencia, quieren explotar la fácil compasión de mi mujer.
(Vivamente.) Sí, ya lo veo claro... Vividores, trápalas, generación mendicante y petardista... ¿Pero mi mujer estaba aquí con ellos? No la vi... (Entra Lluch.) Lluch, la señora, ¿dónde está? LLUCH.— En el comedor, con la señorita Gabriela y los niños.
CRUZ.— Dile que venga. (Vase Lluch por la izquierda.) Endiablada sospecha me muerde el corazón... ¿Sería capaz Victoria de...? ¡Espantosa idea! Nada; quiero confirmarla o desecharla al instante. (Aparece Lluch por la izquierda, y se dirige a la escalera.) Oye, tú... (Acércase Lluch.) ¿Viste salir a esos...? LLUCH.— Sí, señor. La madre iba llorando... disputaban. Luego se separaron...
Siguió la señora en dirección a la torre, y el hijo se ha quedado ahí, y se pasea por la alameda, detrás de las cajas vacías de silicato, como aguardando una ocasión de volver.
CRUZ.— Estate por ahí, fingiendo ocuparte en cualquier cosa; y vigílale con disimulo. No te alejes, por si te llamo.
LLUCH.— Bien, señor. (Vase Lluch.)