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La Loca de la Casa: Escena XVIII

La Loca de la Casa
Escena XVIII
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table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Comedia en cuatro actos
  4. Personajes
  5. Acto primero Salón de planta baja en la torre o casa de campo de Moncada, en Santa Madrona.— Al fondo, galería de cristales que comunica con una terraza, en la cual hay magníficos arbustos y plantas de estufa, en cajones.— En el foro, paisaje de parque, frondosísimo, destacándose a lo lejos las chimeneas de una fábrica.— A la derecha, puertas que conducen al gabinete y despacho del señor de Moncada.— A la izquierda, la puerta del comedor, el cual se supone comunica también con la terraza.— A la derecha de esta, se ve el arranque de la escalera, que conduce a las habitaciones superiores de la casa y al oratorio.— A la derecha, mesa grande con libros, planos y recado de escribir.— A la izquierda, otra más pequeña con una cestita de labores de señora.— Muebles elegantes.— Piso entarimado.— Es de día.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  6. Acto segundo La misma decoración del acto primero.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  7. Acto tercero
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  8. Acto cuarto
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena última
  9. Autor
  10. Otros textos
  11. CoverPage

Escena XVIII

Dichos. LLUCH, en la escalera; después DANIEL

CRUZ.— ¿Está ahí todavía? LLUCH.— Sí señor, rondando por la alameda, como si esperara...

CRUZ.— Dile que la señora le suplica que suba... Pronto... (Vase Lluch.) VICTORIA.— (asustada.) ¿Qué haces? CRUZ.— Una idea, una idea feliz... Soy yo muy ingenioso... ¿Qué es eso? ¿Te turbas? VICTORIA.— ¿Turbarme?... no.

CRUZ.— (repitiendo con sarcasmo las anteriores palabras.) "La señora le suplica que suba". ¿Qué tiene eso de particular? Así sabremos lo que quiere ese bendito.

DANIEL.— (por la escalera, deteniéndose sorprendido.) ¡Él aquí! ¡Una emboscada! VICTORIA.— (Que hablen... Mejor...) CRUZ.— Mi mujer y yo le hemos llamado...

VICTORIA.— Yo no... tú.

CRUZ.— Pues yo... Pareciome que acechaba usted mi salida para entrar...

DANIEL.— Así era en efecto.

CRUZ.— ¡Lo confiesa! Yo no me como la gente.

DANIEL.— Algunos creen que sí.

CRUZ.— ¿Qué? DANIEL.— Eso... que se la come usted.

CRUZ.— Voces que hacen correr los tramposos, insolventes. En fin, yo quiero saber qué viene usted a buscar a mi casa.

DANIEL.— Deseaba hablar con su señora.

CRUZ.— ¿Y por qué no entraba usted estando yo, y delante de mí le decía...? DANIEL.— Porque no era a usted a quien tenía que hablar, sino a ella.

CRUZ.— ¿Tan reservado era el asunto? DANIEL.— Quizás.

CRUZ.— O era de esas cosas que nadie debe oír.

DANIEL.— No tanto.

VICTORIA.— (Concluyamos esto.) Daniel quería darme las gracias por el favor que hice a su mamá.

DANIEL.— Era eso... y algo más.

CRUZ.— ¿A ver? DANIEL.— Después de dar las gracias, pensaba decir a Victoria que no consiento que mi madre acepte semejantes auxilios.

CRUZ.— (burlándose.) ¡Oh, cuánta dignidad! Teatral está el tiempo. Y con toda esa gazmoñería, se guardan el dinero.

DANIEL.— No, señor, aquí está el talón... lo devuelvo. (Victoria se abalanza para estorbar el movimiento de Cruz, que toma la cartera.) VICTORIA.— ¡Ah, no consiento...! CRUZ.— Pues lo tomo. (Examinándolo con febril presteza.) Esto me gusta, joven...

Bien, bien... Usted me prueba que...

VICTORIA.— (con mucha energía.) José María, respeta lo que hice... No aceptes la devolución... ¡Yo lo quiero, yo lo mando! CRUZ.— Pero si él...

VICTORIA.— No importa... Dáselo... insiste.

CRUZ.— (con humorismo villano.) Hija, yo se lo daría de buena gana... pero ya ves... un joven tan digno, y tan... religioso... y tan... escrupuloso... de fijo no querrá.

DANIEL.— En efecto, no lo tomaré.

VICTORIA.— (airada.) Haz lo que te mando. Ofréceselo al menos.

CRUZ.— (vacilando.) (Si no fuera más que ofrecerlo... Pero, ¿y si lo toma?... Por si acaso...) (Guarda la cartera.) VICTORIA.— ¿No? CRUZ.— No.

VICTORIA.— Pues ha llegado el momento de poner en práctica una de las condiciones estipuladas.

CRUZ.— ¿Cuál? VICTORIA.— Ha surgido entre nosotros una desavenencia grave, me has ofendido groseramente no aprobando una resolución mía, y como la vida me es imposible a tu lado, me marcho de tu casa, me separo de ti.

CRUZ.— ¿Te vas?... Bien... Ya entiendo...

VICTORIA.— Así se convino. No hay más que hablar. No hablemos más. Me retiro al lado de mi padre.

CRUZ.— (estallando de cólera.) Esto es una intriga, fraguada entre mi mujer y estos aristócratas arruinados. (Por Daniel, con desprecio.) ¡Complot infame contra mi propiedad y contra mi honor!... Ya lo veo. (A Victoria.) No te defiendas... Y usted, hipócrita; usted que, con la máscara de religión, se acerca traidoramente a mi hogar para meter en él la discordia y el escándalo...

VICTORIA.— (cortándole la palabra.) ¡Calla, no ofendas a quien no puede responderte con el mismo lenguaje! DANIEL.— Que diga lo que quiera.

CRUZ.— Digo que usted y su madre se han propuesto deshonrarme, ya que arruinarme no pueden. Fácilmente engañan con su mojigatería a estos desdichados, pero a mí no. ¡Raza famélica, carcoma de la sociedad...! DANIEL.— (conteniéndose con gran esfuerzo.) Me insulta usted por que sabe que mi religión, aunque todavía no me liga con votos solemnes, me prohibe contestar a sus injurias con otras.

CRUZ.— (en el colmo del furor.) Pues pídele a tu religión permiso para que yo pueda arrojarte por esa ventana. (Da un paso hacia él. Victoria le detiene.) DANIEL.— Su villanía, por grande que sea, no me hará olvidar...

CRUZ.— (con escarnio despreciativo.) ¡Clérigo... vete de mi casa! DANIEL.— (sin poderse contener, estallando en ira rabiosa.) Clérigo, no... ¡Tan hombre como tú...! Y ahora mismo... (Coge el hacha que está sobre la mesa.) ¡Infernal monstruo, entrega tu vida miserable!... Quiero beber tu sangre, y con ella no aplacarás el odio que te tengo. (Abalánzase hacia Cruz, blandiendo el hacha.

Victoria le detiene, sujetándole con sus brazos.) VICTORIA.— ¡Daniel, por Jesús vivo...! CRUZ.— (esperando a pie firme.) Ven; te espero. (Daniel deja caer el brazo, Victoria forcejea con él y consigue quitarle el hacha.) VICTORIA.— Márchate... pronto...

DANIEL.— (trastornado, vuelve a enfurecerse y trata de avanzar nuevamente hacia Cruz sin arma.) Quiero matarle, pisotearle el alma... o que me mate a mí.

VICTORIA.— Vuelve en ti.

DANIEL.— (pasándose la mano por los ojos, como despertando de una pesadilla.) ¡Ah! ¿Qué es esto? CRUZ.— Déjamele... (Avanzando hacia Daniel. Victoria se interpone para evitar el choque, y empuja a Daniel hacia la escalera.) VICTORIA.— Vete... (a Cruz.) Atrás... (Le domina con la mirada. Daniel vacila, quiere retroceder. Al fin se va, tras breve y sorda lucha.) CRUZ.— (con violencia.) ¡Tú tienes la culpa... tú! VICTORIA.— (con dignidad.) Basta... Estoy demás aquí. (Huye hacia la escalera.

Cruz va tras ella; detiénese perplejo al ver entrar a Moncada.)

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