Escena XII
GABRIELA, DOÑA EULALIA, JORDANA
GABRIELA.— (sentándose desvanecida, como amenazada de un síncope.) Dios mío... ¿qué hombre es este? EULALIA.— ¡Jesús me valga!... Hija, cálmate... Perdona... yo creí... En rigor de verdad, yo no me he metido en nada... Cosas de Huguet...
JORDANA.— (entrando por el foro.) ¿Se fue mi huésped? EULALIA.— Sí, y Dios quiera que no vuelva más. ¡Qué genio de hombre! JORDANA.— (advirtiendo la emoción de Gabriela.) ¿Pero qué ha ocurrido? EULALIA.— Nada, nada...
JORDANA.— ¡Ah! ¿No saben?... Ha llegado Victoria... Ahora mismo atravesó el parque con otra monja, y creyendo que aquí había visita, entró en la casa por la puerta de allá. (Señalando a la derecha.) EULALIA.— Bueno; luego la veremos (como deseando que se marche.) Su amigo y huésped salió de aquí furioso... Corra usted tras él; procure calmarle... ¡Ay Dios mío! JORDANA.— (¿Qué será esto?) (Vase por el fondo.)