Escena XIII
HUGUET, que entra cuando VICTORIA sale; después, DOÑA EULALIA y LA MARQUESA
HUGUET.— Victoria... (llamándola) eh... que estoy aquí. Va como una flecha. Es el demonio esta santita. (Buscando a Cruz.) ¿Pues y Cruz?, ¿dónde está? Habrá pasado al despacho. (Mira por la puerta del despacho.) Tampoco aquí... Bueno: ya parecerán las personas... y los acontecimientos.
EULALIA.— (entrando con la Marquesa, el libro de oraciones en la mano.) Huguet, ¿qué hay? ¿Dónde está Juan? HUGUET.— De paseo con Daniel.
EULALIA.— ¿Ocurre algo? HUGUET.— (con alegría espontánea.) Ocurre... que ha retoñado la conspiración.
(Reparando en la Marquesa.) (¡Ah!... qué indiscreto!) LA MARQUESA.— (alarmada.) ¿Conspiración otra vez? EULALIA.— ¿De veras?... Pero ¿cómo se atreven...?, sin contar conmigo... Apuesto a que esa loquilla de Victoria... (Huguet hace signos afirmativos, que no ve la Marquesa.) ¡Digo...! Y que no hará pocos desatinos... Si estas teclas sólo yo sé pulsarlas.
LA. MARQUESA.— (Ya estoy en ascuas... ¡Pobre hijo mío!) EULALIA.— (a la Marquesa, con aflicción.) ¿Esperas a Jaime? LA MARQUESA.— Sí, no puede tardar. En cuanto acaba la consulta, le falta tiempo para correr al lado de su madre.
EULALIA.— (con afectada lástima.) ¡Pobrecito!... ¡Infeliz muchacho!...
LA MARQUESA.— (alarmada.) ¡Pero tú...! EULALIA.— ¡Oh, no, yo no! Ni quiero intervenir en estas combinaciones de familia, impuestas ¡ay!, por las aflictivas circunstancias que atravesamos.
LA MARQUESA.— (confusa, a Huguet.) ¿Pero es cierto que...?