Escena VI
Dichos. LA MARQUESA, DANIEL, JAIME, por el fondo; después GABRIELA.
LA MARQUESA.— Aquí están... ¡Querido Juan! MONCADA.— (estrechándole la mano.) ¡Florentina!...
EULALIA.— ¡Qué gozo verte aquí!... (Se abrazan.) ¿Que tal la casita? LA MARQUESA.— Positivamente la tomo.
DANIEL.— (a Moncada.) Desde mañana, mi querido D. Juan, seremos vecinos.
Usted, según parece, no goza de buena salud; yo tampoco. Nos acompañaremos, nos consolaremos mutuamente, reanudando la serie de largos paseos que eran nuestra delicia seis meses ha.
MONCADA.— (abrazándole.) Tu amistad es un gran consuelo para mí. Te quiero como a un hijo.
LA MARQUESA.— ¿Y Gabriela? JAIME.— (atisbando por la puerta de la izquierda.) Aquí está.
GABRIELA.— (vestida con traje más elegante que al principio del acto.) ¿Toman chocolate? LA MARQUESA.— Sin duda.
EULALIA.— A mí me lo haces con agua. Ya sabes que ayuno.
LA MARQUESA.— ¡Ah! (Recordando.) Mañana Domingo de Ramos.
Forman todos un grupo, del cual se separa doña Eulalia para reunirse con Huguet al otro lado del proscenio.
HUGUET.— (aparte a doña Eulalia.) ¿De veras conspira usted conmigo? EULALIA.— Yo no conspiro; influyo con mi autoridad en la suerte de la familia...
¿Pero ese bendito salvaje no viene? HUGUET.— No tardará... Dígame usted, ¿no le parece que esta familia nos estorba un poco? EULALIA.— Sí; ¡visita más inoportuna...! HUGUET.— ¿Qué hacemos? EULALIA.— Yo les espantaré, como a las moscas.