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La Loca de la Casa: Escena XII

La Loca de la Casa
Escena XII
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table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Comedia en cuatro actos
  4. Personajes
  5. Acto primero Salón de planta baja en la torre o casa de campo de Moncada, en Santa Madrona.— Al fondo, galería de cristales que comunica con una terraza, en la cual hay magníficos arbustos y plantas de estufa, en cajones.— En el foro, paisaje de parque, frondosísimo, destacándose a lo lejos las chimeneas de una fábrica.— A la derecha, puertas que conducen al gabinete y despacho del señor de Moncada.— A la izquierda, la puerta del comedor, el cual se supone comunica también con la terraza.— A la derecha de esta, se ve el arranque de la escalera, que conduce a las habitaciones superiores de la casa y al oratorio.— A la derecha, mesa grande con libros, planos y recado de escribir.— A la izquierda, otra más pequeña con una cestita de labores de señora.— Muebles elegantes.— Piso entarimado.— Es de día.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  6. Acto segundo La misma decoración del acto primero.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  7. Acto tercero
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  8. Acto cuarto
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena última
  9. Autor
  10. Otros textos
  11. CoverPage

Escena XII

CRUZ, MONCADA

CRUZ.— ¿Usted tampoco...? MONCADA.— Luego. Tengo que decirte dos palabras.

CRUZ.— Vengan.

MONCADA.— Puesto que la separación es inevitable... yo lo siento mucho, Pepet, cree que lo siento... ocupémonos de la cuestión legal, Me figuro que con tu mujer no has de ser tacaño y que le reconocerás una renta decorosa. Pero hay otro asunto más grave...

CRUZ.— ¡Más grave! MONCADA.— Podría suceder... no afirmo yo que suceda... pero bien podría suceder...

CRUZ.— ¿Qué? MONCADA.— Una cosa muy natural, Pepet; que tu mujer, dentro de tres, cuatro meses, cinco a lo más...

CRUZ.— (con febril impaciencia.) ¿Qué, hombre, qué? MONCADA.— Pues que me diera un nietecillo.

CRUZ.— Don Juan, don Juan, no juegue usted conmigo, no me busque el genio...

Mire que...

MONCADA.— Hay que prever este caso. Pepet, hay que preverlo...

CRUZ.— (inquietísimo.) ¿Pero es verdad...? (Gritando.) Victoria... que venga...

¿Dónde demonios está? MONCADA.— Modérate, hijo, ten presente lo sagrado del sitio.

CRUZ.— ¡Estoy en mi casa!... (Como trastornado.) ¡Ah!, ¡no! Estoy en el hospital, en este condenado asilo que ha hecho Jordana... Pero dígame usted... ¿es cierto que...? ¿Lo ha dicho usted por broma, por ganas de atormentarme...? Don Juan, sepa usted que no admito bromas... ni de usted ni de nadie las aguanto... Y si es verdad... ¿Pero usted no comprende que...? ¡Un hijo, tener un hijo! Pues ¿para qué me he casado yo? ¿Por qué trabajo, por qué soy como soy...? Don Juan (cogiéndola por las solapas) no me contento con que Victoria me dé un hijo. Tiene que darme muchos, muchos; y a todos les criaré en el amor de la propiedad, en la religión del tuyo y mío, en el culto sagrado de la contabilidad, en el trabajo... y en todo lo demás que ella quiera.

MONCADA.— Difícil me parece que tengas tantos... Uno quizás...

CRUZ.— (furioso.) ¡Pues no faltaba más...! Digo que nos reconciliaremos, y tendré muchos hijos, don Juan, aunque usted se oponga...

MONCADA.— Yo... como oponerme... no.

CRUZ.— Y realizaré el sueño de mi vida, pese a quien pese. Victoria y yo seremos fundamento de una gallarda generación, y perpetuaré mi nombre, unido al de Moncada, y mis hijos serán condes, duques y marqueses, y vivirán con el esplendor que a su rango corresponde, y aumentarán las riquezas ganadas por su padre, y tendrán inmensa propiedad, tierras sin fin, granjas, montes, valles, provincias, casas, palacios, barrios, ciudades, y nuestra casa, nuestra firma como industriales, como comerciantes, como banqueros, como terratenientes, como especuladores, como agiotistas... será la primera de Barcelona, y de Cataluña, y de España, y del mundo entero.

MONCADA.— Calma, calma...

CRUZ.— Digo que no hay separación.

MONCADA.— Ella la desea.

CRUZ.— (paséase furioso por la escena.) ¡Quitarme mis hijos, privarme de mi sucesión! (Llamando a gritos.) ¡Victoria!... ¿Pero cuándo se acaba ese endiablado bautizo...? MONCADA.— Por Dios, Pepet... ¡qué lenguaje...! CRUZ.— (gritando.) Déjeme usted... ¡Victoria! Esto es un complot infame...

Arrollaré cuanto se me ponga por delante. No respeto nada, ni a usted con sus canas venerables, ni a ella con sus remilgos de criatura santa y perfecta...

MONCADA.— La has ofendido gravemente.

CRUZ.— ¡Ceguera de un instante! Soy fácil a la duda, como a la credulidad. Así como en los negocios no ha nacido todavía quien me engañe, en cosas de amor fácilmente me alucino, veo lo que no existe... se me desfiguran y agrandan las cosas... Soy así... Pero, D. Juan, yo creo en ella, creo en mi mujer, la más hermosa creación de la Naturaleza o de quien quiera que se ocupe en crear lo que vemos... y lo que no vemos... D. Juan, no me contradiga.

MONCADA.— No, si yo... no.

CRUZ.— (con violencia.) Porque no admito que se me contradiga en esto ni en nada, porque yo sé más que nadie, porque estoy dispuesto a demostrar que tengo razón, que estoy cargado de razón, que yo soy la razón misma, sí señor, la razón...

MONCADA.— (sujetándole.) Basta... Bruto, pareces un niño... Ya salen.

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