Escena VIII
CRUZ, HUGUET, después DOÑA EULALIA
HUGUET.— Pero, amigo Cruz, en esta ocasión crítica, en plena conspiración, no se pinte usted con tan feos colores.
CRUZ.— Me presento como soy... Hablaré con ella, y si no acierta a ver en mí lo que ver no pueden estos raquíticos jóvenes de carrera, no hemos adelantado nada.
EULALIA.— (que viene del comedor a prisa, oficiosamente.) Ea, ya estoy aquí.
Facundo, la Marquesa se va pronto con sus hijos. Ya he dicho a Gabriela que en cuanto les despida, se venga acá. Usted coge a mi hermano, me le da un paseo, como que va al encuentro de los niños, y le prepara bien. (A Cruz.) Pero usted, bárbaro inocente, ¿por que se complace en ennegrecer y afear su carácter? HUGUET.— Eso le estaba diciendo. Como no nos ayude...
CRUZ.— ¿Qué quiere usted, que me eche polvos en la cara del alma? Si soy negro, ¿a qué he de blanquearme con harina de arroz, que, apenas puesta, se me caería, dejándome, además de negro, sucio? EULALIA.— En fin, adelante, y no perdamos tiempo. Facundo, fíjese usted en la consigna.
HUGUET.— Allá voy... Por mí no quedará. (Vase por el comedor.)