Escena III
HUGUET, JORDANA, LA MARQUESA, medrosa, que entra por la escalera.
LA MARQUESA.— (Salió de la fábrica... Aquí no está...) ¡Ah! Huguet...
HUGUET.— ¡Ay, Dios mío! Ya me cogió otra vez.
LA MARQUESA.— (con afán.) ¿Le ha visto usted?... ¿le ha dicho algo? HUGUET.— ¡Ay, no, señora! ¿Para qué? LA MARQUESA.— ¿De modo que ni esperanzas me da usted? JORDANA.— Señora Marquesa, ¿no hay un cartel a la entrada de esa escaleta? LA MARQUESA.— Sí... que dice "Paso a los talleres".
JORDANA.— ¡Quia!, no dice eso.
LA MARQUESA.— ¿Pues qué? JORDANA.— Dice: Lasciate ogni speranza o voi ch'entrate.
HUGUET.— Pues cuando Moncada y yo disponíamos de todo, ya sabe usted que nunca la apurábamos. Ahora, la dirección de los negocios de la casa está a cargo de Cruz, al cual se entregaron, como parte del activo de Juan, algunos créditos...
LA MARQUESA.— Pero...
HUGUET.— Convenido, sí. Debimos retener la hipoteca; mas en la confusión y azoramiento de aquellos días, la olvidamos: allá se fue en el montón; y ahora...
LA MARQUESA.— Hoy es el vencimiento, y me es absolutamente imposible pagar. Que ese vándalo me conceda la prórroga, y pagaré.
HUGUET.— Mal negocio, señora.
LA MARQUESA.— De modo que me quedaré sin el Clot, sin aquel venerado terruño donde nací... (Afligidísima.) Díganme que no, díganme que esto no puede ser...
JORDANA.— Lo diremos, señora, pero sin creer en nuestras propias palabras.
LA MARQUESA.— ¡Infeliz de mí! (A Huguet.) ¿Pero Juan no podría...? HUGUET.— Juan ha delegado en el otro sus facultades, y en nada interviene ya.
Como no consiga usted algo por Victoria...
LA MARQUESA.— ¡Ah!... ¡Buen chasco nos ha dado!, cuando salió de improviso, hace cinco meses, con la ventolera de casarse con el dragón, todos creímos...
Vamos, no es el primer caso de un monstruo vencido y domado por artes femeninas.
JORDANA.— En el paganismo, en la leyenda, se dan estos casos; pero ya los dragones han aprendido mucho...
HUGUET.— En fin, señora mía, no pierda usted tiempo, y piense en la manera de salir del compromiso.
LA MARQUESA.— ¿Cómo? HUGUET.— Buscando el dinero hoy mismo, y pagando.
LA MARQUESA.— ¡Buscar el dinero! ¡Con qué sencillez pastoril lo dice...! ¿Cree usted que no he arañado la tierra estos días por encontrar quien me prestara esa suma? A duras penas puedo reunir la mitad, unas cincuenta mil pesetas.
HUGUET.— ¿Y sus hijos de usted? LA MARQUESA.— ¡Ah, no cuento para nada con Daniel, que desde las alturas de la perfección a que se ha subido, me dice que no me defienda de la maldad, que mire con desprecio los bienes temporales, que sucumba, que pierda el Clot y me alegre de perderlo! JORDANA.— ¡Oh, sí, bonita idea! LA MARQUESA.— ¡Pero yo, ¡ay!, me siento tan terrestre, tan positiva! (Respirando fuerte.) Cuando intento llenar mi cabeza de ideas de abnegación sublime, acuérdome del Clot, y el temor de verlo en otras manos me trastorna, me enloquece... Algo más confío en Jaime, que, al volver de su viaje, se detiene en Barcelona dos días para buscarme fondos. Dudo que pueda conseguirlos en condiciones aceptables... Hoy llega, y pronto saldré de esta horrible incertidumbre.