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La Loca de la Casa: Escena III

La Loca de la Casa
Escena III
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table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Comedia en cuatro actos
  4. Personajes
  5. Acto primero Salón de planta baja en la torre o casa de campo de Moncada, en Santa Madrona.— Al fondo, galería de cristales que comunica con una terraza, en la cual hay magníficos arbustos y plantas de estufa, en cajones.— En el foro, paisaje de parque, frondosísimo, destacándose a lo lejos las chimeneas de una fábrica.— A la derecha, puertas que conducen al gabinete y despacho del señor de Moncada.— A la izquierda, la puerta del comedor, el cual se supone comunica también con la terraza.— A la derecha de esta, se ve el arranque de la escalera, que conduce a las habitaciones superiores de la casa y al oratorio.— A la derecha, mesa grande con libros, planos y recado de escribir.— A la izquierda, otra más pequeña con una cestita de labores de señora.— Muebles elegantes.— Piso entarimado.— Es de día.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  6. Acto segundo La misma decoración del acto primero.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  7. Acto tercero
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  8. Acto cuarto
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena última
  9. Autor
  10. Otros textos
  11. CoverPage

Escena III

HUGUET, JORDANA, LA MARQUESA, medrosa, que entra por la escalera.

LA MARQUESA.— (Salió de la fábrica... Aquí no está...) ¡Ah! Huguet...

HUGUET.— ¡Ay, Dios mío! Ya me cogió otra vez.

LA MARQUESA.— (con afán.) ¿Le ha visto usted?... ¿le ha dicho algo? HUGUET.— ¡Ay, no, señora! ¿Para qué? LA MARQUESA.— ¿De modo que ni esperanzas me da usted? JORDANA.— Señora Marquesa, ¿no hay un cartel a la entrada de esa escaleta? LA MARQUESA.— Sí... que dice "Paso a los talleres".

JORDANA.— ¡Quia!, no dice eso.

LA MARQUESA.— ¿Pues qué? JORDANA.— Dice: Lasciate ogni speranza o voi ch'entrate.

HUGUET.— Pues cuando Moncada y yo disponíamos de todo, ya sabe usted que nunca la apurábamos. Ahora, la dirección de los negocios de la casa está a cargo de Cruz, al cual se entregaron, como parte del activo de Juan, algunos créditos...

LA MARQUESA.— Pero...

HUGUET.— Convenido, sí. Debimos retener la hipoteca; mas en la confusión y azoramiento de aquellos días, la olvidamos: allá se fue en el montón; y ahora...

LA MARQUESA.— Hoy es el vencimiento, y me es absolutamente imposible pagar. Que ese vándalo me conceda la prórroga, y pagaré.

HUGUET.— Mal negocio, señora.

LA MARQUESA.— De modo que me quedaré sin el Clot, sin aquel venerado terruño donde nací... (Afligidísima.) Díganme que no, díganme que esto no puede ser...

JORDANA.— Lo diremos, señora, pero sin creer en nuestras propias palabras.

LA MARQUESA.— ¡Infeliz de mí! (A Huguet.) ¿Pero Juan no podría...? HUGUET.— Juan ha delegado en el otro sus facultades, y en nada interviene ya.

Como no consiga usted algo por Victoria...

LA MARQUESA.— ¡Ah!... ¡Buen chasco nos ha dado!, cuando salió de improviso, hace cinco meses, con la ventolera de casarse con el dragón, todos creímos...

Vamos, no es el primer caso de un monstruo vencido y domado por artes femeninas.

JORDANA.— En el paganismo, en la leyenda, se dan estos casos; pero ya los dragones han aprendido mucho...

HUGUET.— En fin, señora mía, no pierda usted tiempo, y piense en la manera de salir del compromiso.

LA MARQUESA.— ¿Cómo? HUGUET.— Buscando el dinero hoy mismo, y pagando.

LA MARQUESA.— ¡Buscar el dinero! ¡Con qué sencillez pastoril lo dice...! ¿Cree usted que no he arañado la tierra estos días por encontrar quien me prestara esa suma? A duras penas puedo reunir la mitad, unas cincuenta mil pesetas.

HUGUET.— ¿Y sus hijos de usted? LA MARQUESA.— ¡Ah, no cuento para nada con Daniel, que desde las alturas de la perfección a que se ha subido, me dice que no me defienda de la maldad, que mire con desprecio los bienes temporales, que sucumba, que pierda el Clot y me alegre de perderlo! JORDANA.— ¡Oh, sí, bonita idea! LA MARQUESA.— ¡Pero yo, ¡ay!, me siento tan terrestre, tan positiva! (Respirando fuerte.) Cuando intento llenar mi cabeza de ideas de abnegación sublime, acuérdome del Clot, y el temor de verlo en otras manos me trastorna, me enloquece... Algo más confío en Jaime, que, al volver de su viaje, se detiene en Barcelona dos días para buscarme fondos. Dudo que pueda conseguirlos en condiciones aceptables... Hoy llega, y pronto saldré de esta horrible incertidumbre.

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