Escena XI
VICTORIA; después HUGUET y CRUZ
VICTORIA.— Aquella paz, la soledad dulcísima del Socorro, la comunicación continua del alma descansada y amante con su Dios, siempre presente, ¿se acabaron ya para mí? ¿Será posible que tenga yo valor para renunciar tanta dicha, para trocarla por una lucha horrible en terreno desconocido, por un martirio lento...
que martirio ha de ser, y de los más crueles...? No, no, no. Imposible. Esto es un desvarío... Mi razón se aclara otra vez. Debo, sí, intentar devolver a mi padre querido la tranquilidad; pero por otros caminos... ¿Cuál es, Dios poderoso? (Meditabunda, hasta que aparecen Huguet y Cruz por la derecha.) CRUZ.— Nada podemos hacer sin reconocer la fábrica y todo su material.
HUGUET.— Pues vámonos allá.
CRUZ.— Tampoco me ha enseñado usted el plano de los terrenos adyacentes.
HUGUET.— (revolviendo en la mesa.) Si ayer los teníamos aquí...
VICTORIA.— ¿Un plano?... Sí... lo he visto. (Lo busca y lo encuentra.) Aquí está.
HUGUET.— (a Cruz, desdoblando el plano.) Vea usted cómo por el Sur linda con los terrenos del ferrocarril. CRUZ.— (examinando atentamente el plano.) Ya, ya veo.
VICTORIA.— (llevando aparte a Huguet.) ¿Qué tal, Facundo? ¿Es durillo el hombre? HUGUET.— ¡Tremendo! VICTORIA.— Dios nos favorezca y nos inspire a todos. ¿Y si yo le dijera a usted, Facundo, que esto... quizás... podría arreglarse todavía?...
HUGUET.— (vivamente.) ¿Acaso tu hermana...? ¿Has intentado convencerla? VICTORIA.— No... digo, sí; pero... Hágame usted un favor. He hablado con Gabriela, y ahora necesito decir dos palabras a este hombre... Déjeme usted sola con la fiera, un ratito nada más.
HUGUET.— Sí, sí, muy bien. (Muy contento.) Quédate aquí con él...
VICTORIA.— ¡Ah!, otra cosa... Deme usted ese papel.
HUGUET.— ¿Qué papel? VICTORIA.— Ese que el monstruo escribió diciendo lo que haría en caso de...
HUGUET.— ¡Ah!, sí... toma.
VICTORIA.— Y ahora... (Indicándole que se vaya.) HUGUET.— Amigo Cruz, vuelvo en seguida. Ahora recuerdo que en casa de Jordana me dejé la titulación de los terrenos, adquiridos últimamente. No sería malo cotejar los límites... Aguárdeme usted aquí.
CRUZ.— (sin levantar la vista del plano.) Bueno.