Skip to main content

La Loca de la Casa: Escena IV

La Loca de la Casa
Escena IV
    • Notifications
    • Privacy
  • Project HomeBenito Pérez Galdós - Textos casi completos
  • Projects
  • Learn more about Manifold

Notes

Show the following:

  • Annotations
  • Resources
Search within:

Adjust appearance:

  • font
    Font style
  • color scheme
  • Margins
table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Comedia en cuatro actos
  4. Personajes
  5. Acto primero Salón de planta baja en la torre o casa de campo de Moncada, en Santa Madrona.— Al fondo, galería de cristales que comunica con una terraza, en la cual hay magníficos arbustos y plantas de estufa, en cajones.— En el foro, paisaje de parque, frondosísimo, destacándose a lo lejos las chimeneas de una fábrica.— A la derecha, puertas que conducen al gabinete y despacho del señor de Moncada.— A la izquierda, la puerta del comedor, el cual se supone comunica también con la terraza.— A la derecha de esta, se ve el arranque de la escalera, que conduce a las habitaciones superiores de la casa y al oratorio.— A la derecha, mesa grande con libros, planos y recado de escribir.— A la izquierda, otra más pequeña con una cestita de labores de señora.— Muebles elegantes.— Piso entarimado.— Es de día.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  6. Acto segundo La misma decoración del acto primero.
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  7. Acto tercero
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  8. Acto cuarto
    1. Escena primera
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena última
  9. Autor
  10. Otros textos
  11. CoverPage

Escena IV

Dichos. MONCADA, visiblemente envejecido, apoyándose en un bastón. Entra por la escalera.

HUGUET.— Aquí está Juan.

MONCADA.— Florentina... Alcalde... (Saludando a todos.) Facundo... Yo bien, muy bien.

LA MARQUESA.— Sí; ya le veo a usted tan contento.

MONCADA.— ¿Por qué no? (Se sienta fatigado.) Tiempo era ya de que mi ánimo gozara de esta placidez. No me ocupo de nada, cómo y duermo bien... los negocios de la casa marchan admirablemente; mis hijos y mis nietos tienen salud. Me paso el día en tranquila holganza, dando de comer a los faisanes, inspeccionando las hortalizas y viendo correr el agua por las acequias. Vida nueva para mí, descanso de mi vejez, en la cual siento retoñar una segunda infancia.

LA MARQUESA.— ¡Cuánto le envidio! ¿Y ahora viene usted de los Franciscanos? MONCADA.— Como que me paso allí horas muy gratas, sobre todo cuando llueve y no puedo pasear. Daniel me acompaña, y créanlo, me ha contagiado.

JORDANA.— ¿También místico, don Juan?... ¡usted! MONCADA.— También. Nada más delicioso que soltar el espíritu dentro de la iglesia sombría y apacible, y dejarlo volar allí libremente, subir, remontarse... No hay idea de lo consoladora que es la religión cuando uno no tiene dinero, es decir, cuando no lo maneja, cuando no se siente esclavizado por el metal infame... El rezar me entretiene; las prácticas del culto me deleitan, y allí me estoy... Charlo con los padres, hablamos de lo de allá... yo me enternezco... a veces murmuramos un poco de los que viven apegados a las riquezas... celebramos las virtudes, la humildad, la pobreza de este y del otro santo, y, en fin, salgo siempre de allí con ganas de volver.

HUGUET.— Buena vida...

MONCADA.— Dulcísima, sí.

LA MARQUESA.— Pues yo, querido Juan, siento mucho turbar su serenidad angélica con mis lamentaciones. Estoy desolada.

MONCADA.— ¡Ah!, sí, ya sé por Facundo... No puedo nada, nada... Soy en mi casa un asilado a quien tratan a cuerpo de rey... HUGUET.— (a la Marquesa.) No tiene usted más solución que la que le he dicho; reunir el dinero...

LA MARQUESA.— ¿Pero cómo... dónde? MONCADA.— ¡Ah!, se me ocurre una idea. Creo que está usted salvada.

LA MARQUESA.— ¡Ay, qué alegría! MONCADA.— Mi hermana tiene dinero.

LA MARQUESA.— (desalentada.) Eulalia...

MONCADA.— Sí; yo le hablaré... Aquí está.

Annotate

Next / Sigue leyendo
Escena V
PreviousNext
Powered by Manifold Scholarship. Learn more at
Opens in new tab or windowmanifoldapp.org