Escena XII
VICTORIA, GABRIELA
VICTORIA.— (después de una pausa en que está profundamente abstraída.) ¡Ah...
la siento... sí! GABRIELA.— (asustada.) ¿Qué? VICTORIA.— (con cierto desvarío.) ¡La ráfaga... eso que me da... lo que llamo la inspiración, el impulso misterioso, no, divino, de mis resoluciones!... Como siempre me salen bien, creo y afirmo que vienen de Dios.
GABRIELA.— No te entiendo.
VICTORIA.— Hablaré un lenguaje claro, tan claro, que... (Saca el talón y se lo da.) Toma.
GABRIELA.— (sin resolverse a tomarlo.) ¡Victoria...! VICTORIA.— (rápidamente.) Sí, la loca, la visionaria, como dice tu marido, siente otra vez el chispazo que la despierta, la sacude, la ilumina, lanzando su voluntad a los actos audaces y decisivos. Dale esto a Florentina. Añadiéndolo a lo que ha reunido, tiene lo bastante para evitar la dentellada del tigre.
GABRIELA.— (asustada.) Pero...
VICTORIA.— No me des razones... La lógica y el sentido común desaparecen en mí. No queda más que esta vibración honda del alma...
GABRIELA.— ¿Y no temes...? VICTORIA.— No temo nada. Por grande que sea su barbarie, más grande es mi valor. No vaciles en tomarlo... Llévaselo corriendo a Florentina.
GABRIELA.— ¡Ay, no sé qué temor me sobrecoge!... (Decidiéndose al fin a tomarlo.) En fin... Pues tú lo quieres... Mamá quedó en venir. (Se asoma a los cristales de la derecha.) ¡Ah!, los chiquillos. (Con alegría.) ¿Es Daniel quien viene con ellos? VICTORIA.— (asomándose también.) Sí; suele acompañarles al campo. Verás cómo se despide en la puerta. Jamás entra aquí.
GABRIELA.— ¡Pero qué mona está Mercedes! (Mirando y saludando con el pañuelo.) ¡Y Aurorilla, qué espigada!... Ya me han visto. Mira cómo corren.
VICTORIA.— Ahora les doy de merendar y se vuelven allá.
GABRIELA.— ¿Suben por aquí? VICTORIA.— No, entran en el comedor por la galería baja.
GABRIELA.— (impaciente.) Pues vamos allá.
VICTORIA.— Sí; pero no olvides eso.
GABRIELA.— ¡Ah!... sí... el talón... Voy...
VICTORIA.— (mirando otra vez.) Ahí tienes a Daniel... Pero ya se va... Mira.
GABRIELA.— Daniel, sí. ¿Qué mejor mensajero?...
VICTORIA.— Llámale.
GABRIELA.— Daniel, Daniel... (Señalando afuera.) Ya vuelve la cara... Ya me ha visto... (Llamándole.) Ven; sube.
VICTORIA.— Allá te espero. (Vase por la izquierda.)