Skip to main content

El Abuelo: Escena V

El Abuelo
Escena V
    • Notifications
    • Privacy
  • Project HomeBenito Pérez Galdós - Textos casi completos
  • Projects
  • Learn more about Manifold

Notes

Show the following:

  • Annotations
  • Resources
Search within:

Adjust appearance:

  • font
    Font style
  • color scheme
  • Margins
table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Prólogo
  4. Dramatis Personæ
  5. Jornada I
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
  6. Jornada II
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
  7. Jornada III
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
  8. Jornada IV
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  9. Jornada V
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
  10. Autor
  11. Otros textos
  12. CoverPage

Escena V

EL CONDE, NELL y DOLLY, EL CURA; después D. PÍO.

EL CURA.— La paz sea en esta casa.

EL CONDE.— Curiambro; buenos días… Yo bien, ¿y tú?

EL CURA.— Pasando… Ya me enteré… Venancio y Gregoria se han llevado un mediano réspice. No se repetirá el disgusto; yo se lo aseguro al noble león de Albrit.

EL CONDE.— El león de Albrit, que no teme las fieras, pero siente repugnancia por las alimañas inferiores, tendrá que buscar otra cueva.

EL CURA.— A propósito de cuevas, el Prior de Zaratán, que, entre paréntesis, quedó ayer encantadísimo de la exquisita cordialidad con que usted le recibió, nos invita hoy a tomar un bocadillo en su Monasterio.

EL CONDE.— ¿A mí también?

EL CURA.— A usted principalmente. Iremos Monedero, Angulo y yo, en calidad de séquito, de cortesanos o chambelanes de Vuestra Señoría, por no decir majestad.

EL CONDE.— Gracias… Pues no me opongo. A cortesía nadie me gana. Visitaré gustoso el Monasterio.

EL CURA.— (A NELL, que le hace señas.) No, si vosotras no vais. No queremos estorbos. Además, Vicenta Monedero, por mi conducto, os invita a comer en su casa, y a pasar allá la tarde.

EL CONDE.— ¿La Alcaldesa?

EL CURA.— Celebra su fiesta onomástica… Allí tendréis a toda la juventud florida de Jerusa.

DOLLY.— Lo siento… Mejor me estaba yo todo el día en mi cocinita.

NELL.— ¡Tonta, si el abuelo no ha de comer aquí!

EL CONDE.— ¿Cómo no?

EL CURA.— Segura mente, los señores frailes no nos soltarán a dos tirones. Me figuro el convitazo que habrán dispuesto, algo así como las bodas de Camacho, o los festines de Lúculo. Ea, chiquillas, hoy secuestro al león. Yo cuidaré de que no se aburra lejos de vosotras.

DOLLY.— Malditas ganas tengo yo de festejo.

NELL.— (Gozosa.) Sí que iremos. Nos divertiremos mucho.

EL CURA.— Nell es más sociable que Dolly… (A DOLLY.) Pero, tonta, ¿no te avergüenzas de que te vean tiznada?… ¡Uy!, ¡cómo apestas a cebolla!

DOLLY.— Mejor. Pues a usted bien le gusta que le den comiditas buenas… y bien se regodea y se relame.

EL CURA.— Veremos lo que te dura esa ventolera de los afanes domésticos… (Mira al CONDE como pidiéndole su parecer; pero D. RODRIGO, profundamente abstraído, no atiende a la conversación.)

EL CONDE.— (Con una idea fija.) Cada cual, según es…

D. PÍO.— (Con timidez, desde la puerta.) ¿Dan permiso?

EL CURA.— Adelante, gran Coronado.

DOLLY.— Hoy no hay lección, Piito. Tengo mucho que hacer.

NELL.— ¡Qué gracia! El juego de las comiditas. (Al CURA.) Pues hoy me da a mí por estudiar de firme, ea.

EL CURA.— ¡Bravísimo!

NELL.— (Con estímulo de amor propio.) Quiero aprender, quiero instruirme. La ignorancia me avergüenza, y empieza a estorbarme. Hoy estudiaré por las dos. ¿Te gusta, abuelito?

EL CONDE.— (Divagando.) Cada una, según su natural…

D. PÍO.— (A NELL.) ¿Vamos?

DOLLY.— Yo, a mis cacerolas.

NELL.— Y yo, a darle la jaqueca a D. Pío.

EL CURA.— Y yo, a ponerme de acuerdo con el Alcalde sobre la hora a que hemos de salir. (Dando su mano al CONDE.) Vendremos por usted.

EL CONDE.— Hasta luego, hijo.

EL CURA.— (A las niñas.) Cuando terminen, la una sus lecciones, la otra su trajín, prepárense para la fiesta de Vicenta. Que os pongáis bien guapas, ¿eh?… Cuidado, chiquillas, que representáis en el mundo la gloria, la nobleza, la tradicional elegancia de Albrit.

DOLLY.— Bueno, bueno. Estamos enteradas. (Se detiene, esperando que el abuelo le diga algo)

EL CONDE.— Dolly…

DOLLY.— (Presentando su mejilla.) Abuelito…

EL CONDE.— (Besándola.) No estoy enfadado contigo. ¿Y tú conmigo?

DOLLY.— Lo estuve… pero ya pasó… (Vase gozosa.)

EL CONDE.— (Tomando el brazo de NELL.) Nell, aguarda… Quiero asistir a tu lección. Llévame, hija mía.

Entran en casa seguidos de D. PÍO.

Annotate

Next / Sigue leyendo
Escena VI
PreviousNext
Powered by Manifold Scholarship. Learn more at
Opens in new tab or windowmanifoldapp.org