Skip to main content

El Abuelo: Escena XIII

El Abuelo
Escena XIII
    • Notifications
    • Privacy
  • Project HomeBenito Pérez Galdós - Textos casi completos
  • Projects
  • Learn more about Manifold

Notes

Show the following:

  • Annotations
  • Resources
Search within:

Adjust appearance:

  • font
    Font style
  • color scheme
  • Margins
table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Prólogo
  4. Dramatis Personæ
  5. Jornada I
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
  6. Jornada II
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
  7. Jornada III
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
  8. Jornada IV
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
  9. Jornada V
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
  10. Autor
  11. Otros textos
  12. CoverPage

Escena XIII

EL CONDE, VENANCIO; después, GREGORIA y criados.

VENANCIO.— (Con malos modos.) ¿Por qué está levantado el señor Conde?

EL CONDE.— (Arrogante.) Porque quiero… ¿Quién eres tú para interrogarme en esa forma descortés?

VENANCIO.— Nada tiene que hacer usía a estas horas en los pasillos oscuros, rondando como alma en pena.

EL CONDE.— Si tengo o no tengo que hacer, eso no es cuenta tuya.

VENANCIO.— (Con autoridad.) Entre usía en la alcoba.

EL CONDE.— ¡Lacayo!… ¿te atreves a mandarme?

VENANCIO.— Me atrevo a guardar el orden en mi casa, y a no permitir…

EL CONDE.— (Furioso.) Vil… vete de mi presencia.

VENANCIO.— Estoy en mi casa.

EL CONDE.— (Que devora su ira, apretando los dientes y los puños.) ¡En tu casa, sí!… Pero eso no es razón para que te insolentes con tu señor.

VENANCIO.— No hay señor que valga. A mí sólo me manda una persona, la señora Condesa de Laín.

EL CONDE.— (Con intenso coraje reconcentrado.) Es cierto… Eres un villano que dice la verdad… y yo estoy aquí de limosna… Pues bien: quiero mandar un recado a tu ama, dignísima reina de tal vasallo.

VENANCIO.— ¿Qué?

EL CONDE.— Un mensaje de gratitud… (Con rápida acción enarbola el palo, y con la fuerza que le imprime su insensata cólera, lo descarga sobre la cabeza de VENANCIO, sin darle tiempo a esquivar el golpe. Es palo de ciego, palo nocturno. Formidable acierto.) Toma… De mi parte.

VENANCIO.— ¡Ay!… ¡Maldito viejo!

GREGORIA.— (Que acude en paños menores; tras ella, dos criados con un farol.) ¡Sujetarle!… Ese hombre está loco.

EL CONDE.— (Cuadrándose fiero.) ¡Villanos, al que se atreva a poner la mano en el león de Albrit, al que manche estas canas, al que toque estos huesos, le mato, le tiendo a mis pies, le despedazo!

Inmóviles y mudos, no se atreven a llegar a él. Dirígese Albrit impávido a su estancia, y penetra en ella sin mirarles.

VENANCIO.— (Mientras se restaña con un pañuelo la herida, de que brota sangre.) ¡Encerradle, encerradle! (Un criado da vuelta a la llave y la quita.)

FIN DE LA JORNADA TERCERA

Annotate

Next / Sigue leyendo
Jornada IV
PreviousNext
Powered by Manifold Scholarship. Learn more at
Opens in new tab or windowmanifoldapp.org