Skip to main content

Realidad: Escena IV

Realidad
Escena IV
    • Notifications
    • Privacy
  • Project HomeBenito Pérez Galdós - Textos casi completos
  • Projects
  • Learn more about Manifold

Notes

Show the following:

  • Annotations
  • Resources
Search within:

Adjust appearance:

  • font
    Font style
  • color scheme
  • Margins
table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Realidad
  4. Dramatis personae
  5. Jornada I
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
  6. Jornada II
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
  7. Jornada III
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
  8. Jornada IV
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
  9. Jornada V
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
  10. Autor
  11. Otros textos
  12. CoverPage

Escena IV

OROZCO, CISNEROS, VILLALONGA, MONTE CÁRMENES.

MONTE CÁRMENES.— Aquí estoy esperando a que se acabe el dúo. No puedo resistir al tenor, con ese braceo como si estuviera cogiendo moscas, y esa voz que parece la de un gato cuando le pisan la cola.

VILLALONGA.— ¿Y cómo no dice usted bien, perfectamente bien?

MONTE CÁRMENES.— Yo no juzgo al tenor, y si lo he juzgado, me desdigo. No me gustan juicios temerarios. Sólo que no me divierto oyéndole, y mientras él se gana el pan pegando gritos, yo salgo a fumar un cigarro.

OROZCO.— ¿Y Pepita?

MONTE CÁRMENES.— Más animada. En nuestro palco está. Pase usted a verla y se lo agradeceré, que allí tenemos a nuestro pobre Cícero dándole matraca. Entre él y ese tenor de la clase de grillos, me hacen la vida infeliz las noches de ópera.

CISNEROS.— Dígame, Conde, ¿fue usted también de los que anoche se subieron a la parra en casa de La Peri?

MONTE CÁRMENES.— ¡Yo! D. Carlos, no me confunda con usted mismo. Yo no voy a esos sitios execrables y pecaminosos.

OROZCO.— Si anduvo usted en malos pasos, ¿por qué negarlo ahora? Nosotros no se lo hemos de decir a Pepita.

CISNEROS.— ¡Oh!, yo sí, yo se lo diría, si este pillín no me asegurara bajo su palabra que no estuvo.

VILLALONGA.— No, el Conde no va sino cuando no hay nadie... como usted.

MONTE CÁRMENES.— (mascando el cigarro.) ¿Yo?... ¡Buenos estamos D.

Carlos y yo para fiestas! Nos hemos cortado la coleta.

CISNEROS.— Es mucho decir. Que uno sea honesto y cumpla la ley de Dios, no significa que se corte nada.

OROZCO.— ¿Entramos o no?

MONTE CÁRMENES.— Me parece que ha concluido el dúo. (Tira el cigarro.) Voy al palco de mi primo. (Se aleja, y retrocede llamando a OROZCO.) ¡Ah! Tomás, se me olvidaba. Usted ¿cuándo piensa ir a las Charcas?

OROZCO.— El sábado por la noche. Vienen dos días de fiesta, domingo y lunes, la Candelaria. ¿Se anima usted?

MONTE CÁRMENES.— Es posible. (Se dirige hacia el extremo del pasillo curvo.

OROZCO, CISNEROS y VILLALONGA entran en el palco de MONTE CÁRMENES.)

Annotate

Next / Sigue leyendo
Escena V
PreviousNext
Powered by Manifold Scholarship. Learn more at
Opens in new tab or windowmanifoldapp.org