Escena V
Los mismos, FELIPA.
AUGUSTA.— (horrorizada, las manos en la cabeza.) ¿Qué es esto?... Federico...
Felipa.
FELIPA.— (sin aliento.) ¡Jesús...! (Ambas se arrojan sobre él.)
AUGUSTA.— ¿Qué has hecho... vida mía?... (Palpándole y buscando la herida.) ¡Ah!, no será nada...
FELIPA.— No veo sangre... (Se mancha de sangre la mano.) ¡Ah!, sí... mire usted.
Por aquí, en este costado.
AUGUSTA.— (consternada.) Amor mío, ¿qué has hecho? Estás herido... Pero no, no será de gravedad. Respiras, vives... ¡Mírame, por Dios... mírame y háblame!
FEDERICO.— (tratando de apartarla de sí.) Déjame... No ha sido nada. Me siento bien ahora. (Con rápido movimiento recoge del suelo el revólver.)
AUGUSTA.— ¿Qué quieres, qué buscas? Dame acá. (Las dos tratan de quitarle el arma. Entáblase violentísima lucha, en la cual FEDERICO desarrolla considerable fuerza muscular. Consigue desasirse de ellas.)
FEDERICO.— Déjame, o te mato.
AUGUSTA.— (que ha caído al suelo, se pone de rodillas, y le interpela llorando.) ¿Qué haces? ¿Estás loco? Amor mío, cálmate... Te has herido... pero sanarás; es cosa ligera... sé razonable, no escandalices... vendrá gente. ¡Qué deshonra!... Oye...
te quiero mucho: haré todo lo que tú mandes... Tu voluntad es mi voluntad. ¡Pero no te mates, por Cristo crucificado, no te mates!... Me moriré de pena.
FEDERICO.— (con entereza, dominándose.) Sé lo que debo hacer. Voy a lo que voy, y pido a Dios que me perdone.
FELIPA.— Llamaré a los vecinos.
AUGUSTA.— No, aguarda... calla. Federico, por Dios, apiádate de mí... Oye, sosiégate, hijo de mi alma; traeremos un médico, un médico discreto... te curará, y luego nos vamos... tranquilamente...
FEDERICO.— (con sequedad.) Vete a tu casa... y pronto. (Da varias vueltas atontado, como buscando la salida, y por fin pasa al otro gabinete.) Al que se me ponga por delante, le dejo seco... (Sale precipitadamente, sin sombrero. Las dos mujeres, aterrorizadas, no se atreven a detenerle.)
AUGUSTA.— (corriendo detrás por el pasillo.) Se mata, se mata de seguro... ¡Dios tenga piedad de él y de mí!...
FELIPA.— (corriendo detrás de su señora.) Va disparado: no le podemos seguir.
(Baja la escalera.)