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Torquemada en el Purgatorio: VIII

Torquemada en el Purgatorio
VIII
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table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Primera parte
    1. I
    2. II
    3. III
    4. IV
    5. V
    6. VI
    7. VII
    8. VIII
    9. IX
    10. X
    11. XI
    12. XII
    13. XIII
  4. Segunda Parte
    1. I
    2. II
    3. III
    4. IV
    5. V
    6. VI
    7. VII
    8. VIII
    9. IX
    10. X
    11. XI
    12. XII
    13. XIII
    14. XIV
  5. Tercera Parte
    1. I
    2. II
    3. III
    4. IV
    5. V
    6. VI
    7. VII
    8. VIII
    9. IX
    10. X
    11. XI
    12. XII
  6. Autor
  7. Otros textos
  8. CoverPage

VIII

"Señores: no voy a pronunciar un discurso. Aunque quisiera, y vosotros... digo que aunque vosotros gustarais de oírmelo, yo no podría, por causa de mi pobreza...

(murmullos) de mi pobreza de medios oratorios. Soy un individuo rudo, eminentemente trabajador, y de la clase de pueblo, artesano por excelencia del negocio honrado... (Bien, bien)... No esperéis en mí discursos más o menos floreados, porque no he tenido tiempo de aprender la ciencia oratoria. Pero, señores y amigos, no puedo faltar a lo que exigen de mí vuestra cortesía y mi gratitud y he de manifestar cuatro mal pergeñadas... manifestaciones, que si pobres de estilo y toscas de literatura, serán la expresión sincera de un corazón agradecido, de un corazón noble, de un corazón que late... ahora y siempre, al compás de todo sentimiento hidalgo y generoso. (Muy bien.)

"Repito que no esperéis de mí bonitos discursos, ni elocuentísimos períodos. Mis flores son los números; mis retóricas el cálculo; mi elocuencia... la acción.

(Aplausos.) La acción, señores. ¿Y qué es la acción? Todos lo sabéis, y no necesito decíroslo. La acción es la vida, la acción es... lo que se hace, señores, y lo que se hace... dice más que lo que se dice. Hase dicho... (pausa) hase dicho que la palabra es plata, y el silencio es oro. Pues yo añado que la acción es toda perlas orientales, y brillantes magníficos. (Aprobación calurosa.)

"Cábeme la satisfacción de contestar a los señores que me han precedido en el uso de la palabra, y al hacerlo... (pausa) cúmpleme declarar que en manera alguna hubiera aceptado este inmerecido homenaje que me tributáis, absolutamente, si no me obligaran a ello consideraciones de este y el otro linaje, sin que de cerca ni de lejos me hayan traído aquí móviles de vanidad... hasta el punto de que... mi ánimo... vamos, que mi absoluto fin era prevalecer en la línea de conducta que he observado siempre, y afirmarme en la tesis de que debemos rehuir cuanto tienda al enaltecimiento personal... que ¡harta representación tienen en el actual momento histórico las personalidades, señores...! y es tiempo ya de que se glorifiquen los hechos, no las personas, los principios, no las entidades... que yo reconozco su mérito, señores, yo lo reconozco; pero ya es tiempo de que por encima del individuo personal estén los hechos, la acción, el gran principio de obrar (alzando la voz) cada cual en su propio elemento, y en el círculo de sus propias operaciones.

(Muy bien, bravo.)

"¿Quién es el que tiene el honor de dirigiros su modesta palabra en este momento? Pues no es más que un pobre obrero, un hombre que todo se lo debe a su misma iniciativa, a su laboriosidad, a su honradez, a su constancia. Nací, como quien dice, en la mayor indigencia, y con el sudor de mi rostro he amasado mi pan, y he vivido, orillando un día y otro día las dificultades, cumpliendo siempre mis obligaciones, y evacuando mis negocios con la más estrictísima moralidad. Yo no he hecho ningún arco de iglesia; yo no he tenido arte ni parte con el demonio, como errada y torpemente creen algunos, (risas) yo no tengo el don del milagro. Si he llegado a donde estoy, lo debo a que he tenido dos virtudes, y de ello me alabo con vuestro beneplácito, dos virtudes. ¿Cuáles son? Helas aquí: el trabajo, la conciencia. He trabajado en una serie no interrumpida de, de... de tareas económico—financieras, y he practicado el bien, haciendo todos los favores posibles a mis semejantes, y labrando la felicidad de cuantas personas me encontraba al alcance de mi acción. (Bien, muy bien.) Ese ha sido mi desiderátum, y la idea que he abrigado siempre: hacer todo el bien que podía a mis semejantes. Porque el negocio, vulgo actividad, fijaos bien, señores, no está reñido con la caridad, ni con la humanidad más o menos doliente. Son dos elementos que se completan, dos objetivos que vienen a concurrir en un solo objetivo; objetivo, señores, del cual tenemos una imagen en nuestras conciencias, pero que reside en el Altísimo 9.

(Grandes, ruidosos y entusiastas aplausos.)

"Pero si declaro que siempre fue mi línea de conducta hacer el bien a todos, sin distinción de clases, a todos, tirios y troyanos, también os digo que, como trabajador por excelencia, nunca, nunca he dado pábulo a la ociosidad, ni he protegido a gente viciosa, porque eso ¡cuidado! ya no sería caridad, ni humanidad, sino falta de sentido práctico; eso sería dar el mayor de los pábulos a la vagancia.

De mí se podrá decir todo lo que se quiera; pero no se dirá nunca que he sido el Mecenas de la holgazanería. (Delirantes aplausos.)

"He partido siempre del principio de que cada cual es dueño de su propio destino; y será feliz el que sepa labrarse su felicidad, y desgraciado el que no sepa labrársela No hay que dejarse de la suerte... ¡Oh, la suerte, pamplinas, tontería, dilemas, antinomias, maquiavelismos! No hay más desgracias que las que uno se acarrea con sus yerros. Todo el que quiere poseer los intereses materiales, no tiene más que buscarlos. Busca y encontrarás, que dijo el otro. Sólo que hay que sudar, moverse, aguzar la entendedera, en una palabra, trabajar, ora sea en este, ora en el otro oficio. Pero, lo que es dándose la gran vida en paseos y jaranas, charlando en los casinos, o enredando con las buenas mozas, (risas) no se gana el pan de cada día... y el pan está allí, allí, vedlo, allí. Pero es menester que vayáis a cogerlo; porque él, el pan, no puede venir a buscaros a vosotros. No tiene pies, se está muy quietecito esperando que vaya a cogerlo el hombre, a quien el Altísimo ha dado pies para correr tras el pan, inteligencia para saber dónde está, ojos para verlo, y manos para agarrarlo... (Bravos y palmadas frenéticas.)

"De suerte, que si os pasáis el tiempo en diversiones, no tendréis pan, y cuando el hambre os haga salir de coronilla en busca de él, ya otros más listos lo habrán cogido... los que supieron madrugar, los que supieron emplear todas las horas del día en el clásico trabajo, los que supieron evacuar todas sus diligencias en tiempo oportuno, no dejando nada para mañana, los que se plantearon la cuestión de comer o no comer, como el otro, que vosotros conocéis mejor que yo, y no necesito nombrarlo, como el otro, digo, planteó la cuestión de ser o no ser. (Admiración, estrepitosos aplausos.)

"Seamos prácticos, señores. Yo lo soy, y me alabo de ello, dejando a un lado la careta de la modestia, que ya con tanto quita y pon se va cayendo a pedazos de nuestros rostros. (Ruidosos aplausos, y voces de sí, sí.) Seamos prácticos, digo, serlo vosotros, y yo, que soy perro viejo, os recomiendo que lo seáis. Ser prácticos sí no queréis que vuestra vida revista los caracteres de una tela de Penélope. Si hoy tejéis el bienestar con elementos superiores a vuestros medios, o séase posibles, mañana el déficit os obligará a destejerlo... y siempre tendréis suspendida sobre vuestras cabezas la espada de Aristóteles... (Rumores.) Quiero decir... He dicho Aristóteles, porque... (se ríe, y ríen todos esperando un chiste) tengo verdadera manía por este filósofo, que es el más práctico de todos. (Sí, sí.) Es mi hombre; le llevo en el pensamiento a todas horas del día. Y como tengo para mí que el tal Damocles, el de la espada, era un hijo de tal... o nadie sabe quién es... ¿Alguno de los que me escuchan sabe quién era ese Damocles? (Risas: voces de "no, no... no lo sabemos".) Pues yo estoy a matar con esas maneras de hablar, y he decidido que la famosa espada sea de Aristóteles... vamos, que le armo caballero, porque es el hombre de mi devoción, es mi ídolo, señores, el hombre más grandioso de la antigua Grecia, y del siglo de oro de todos los tiempos. (Bravo, muy bien.)

"Perdonadme la digresión, y volvamos a la tesis. Atendamos más a la acción que a la palabra, obremos, obremos mucho y hablemos poco. Trabajar siempre, de consuno con nuestras necesidades, y con el valioso concurso de todos los elementos que concurran a nuestro lado. Y hechas estas manifestaciones, que creo me imponía mi presencia en este augusto recinto... (enmendándose) y lo llamo augusto, porque en él se reúnen tantas eminencias científicas, políticas y particulares... (bien, bravo); hechas estas declaraciones, paso a concretar la cuestión. "¿A qué obedece esta comida? ¿Qué peculiar objetivo lleváis al festejarme, a mí, tan humilde? Pues habéis visto en mí un hombre activo, de suyo, dispuesto a patrocinar los grandes adelantos del siglo, a llevarlos al estadio de la práctica. Yo pongo mi corta inteligencia y mis ahorros al servicio de la patria, yo no miro a mi interés, sino al interés general, al interés público de la humanidad, que bien necesitada está la pobrecita de que se interesen por ella. Heme lanzado a emprender obras muy importantísimas, sin ambición alguna de lucro privado, podéis creérmelo, y a favorecer a mi patria natal llevando la locomotora con su penacho de humo a través de los campos. Si yo no idolatrara la ciencia y la industria como las idolatro, si no fuera mi bello ideal el progreso, yo no patrocinaría la locomotora, patrocinaría el carromato, y no vería más lazo de unión entre los pueblos que el ordinario de Astorga, o el ordinario de Ponferrada. Pero no, señores; yo soy hijo de mi siglo, del siglo eminentemente práctico, y patrocino el ordinario, mejor dicho, la ordinaria del mundo entero, la locomotora. (Frenéticos aplausos.)

"Adelante con la ciencia, adelante con la industria. El mundo se transforma con los adelantos, y hoy nos maravillamos de ver la claridad preciosísima de la luz eléctrica donde antes lucían velones de aceite, velas de sebo, bujías esteáricas, y el petróleo refinado. De donde saco la consecuencia de que lo moderno acaba con las antiguallas. ¡Cuán gran verdad es, señores, que esto matará aquello... como dijo, y dijo muy bien... quien todos sabéis! (Aplausos prolongados.)

"Yo, señores, no me canso de repetíroslo, soy un hombre muy humildísimo, muy llano, de cortas facultades (voces de no, no), de pocas luces (no, no), de escasa instrucción; pero a formalidad no me gana nadie. ¿Queréis que os defina mi actitud moral y religiosa? Pues sabed que mis dogmas son el trabajo, la honradez (murmullos de aprobación), el amor al prójimo, y las buenas costumbres. De estos principios parto yo siempre, y por eso he podido llegar a labrarme una posición independiente. Y no creáis que doy de lado, por decirlo así, al dogma sagrado de nuestros mayores. No; yo sé dar al César lo que es del César, y al Altísimo...

también lo suyo. Porque a buen católico no me gana nadie, bien lo sabe Dios, ni en lo de defender las veneradas creencias. Adoro a mi familia, en cuyo... foco, en cuyo seno encuentro la felicidad, y os aseguro que de mi casa al Cielo no hay más que un paso... (Con ternura.) Yo no debía hablar de estas cosas, que son del elemento privado... (Voces: sí, sí, que siga.) Pero mi familia, o séase el círculo del hogar doméstico, es lo primero en mi corazón, y pienso en ella siempre, y no puedo apartar del pensamiento aquellos pedazos de... No, no sigo; permitidme que no siga... (Gran emoción en el auditorio.)

"De política nada os digo. (Voces: sí, sí.) No, no señores. No he llegado a saber todavía qué partidos tenemos, ni para qué nos sirven. (Risas.) Yo no he de ser poder, ni he de repartir credenciales... no, no... Veo que pululan los empleados, y que no hay nadie que se decida a castigar el presupuesto. Claro, no castigan porque a los mismos castigadores les duele. (Risas.) Yo me lavo las manos: blasono de obedecer al que manda, y de no barrenar las leyes. Respeto a tirios y troyanos, y no regateo el óbolo de la contribución. A fuer de hombre práctico, no hago la oposición sistemática, ni me meto en maquiavelismos de ningún género. Soy refractario a la intriga, y no acaricio más idea que el bien de mi patria, tráigalo Juan, Pedro o Diego. (Muy bien.)

"Concluyo, señores... porque ya estaréis fatigados de oírme (no, no), y yo también fatigado de hablar, pues no tengo costumbre, ni sé expresarme con todo el brillo peculiar... ni... ni con la prosa correcta... que... En fin, señores, concluyo con las manifestaciones de mi gratitud por vuestras manifestaciones... por este holocausto, por este homenaje magnánimo y verídico. Lo digo y lo repito: yo no merezco esto; yo soy indigno de obsequios tan... sublimes, y que no tienen punto de contacto con mis cortos merecimientos. No me atribuyáis a mí rasgos que no me pertenecen. La verdad ante todo. En la cuestión del ferrocarril no he hecho más que obedecer al impulso de un ilustre y particular amigo mío, aquí presente, y a quien no nombro por no ofender su considerable modestia. (Todos miran al señor Marqués de Taramundi, que baja los ojos y se sonroja ligeramente.) Este amigo es el que ha movido toda la tramoya de la vía férrea, y a él se debe la coronación del éxito, [304] porque aunque no ha figurado para nada, detrás de la cortina ha manejado todo muy lindamente, de modo que bien puedo deciros que ha sido... pasmaos, señores, el Deus ex machina del ferrocarril de Villafranca al Berrocal.

(Ruidosísimos aplausos. Los leoneses se rompen las manos.)

"Pues... ya no me resta más que deciros sino que mi gratitud será eterna, y en ningún modo efímera, no, y que todos los presentes, sin distinción de tirios ni de troyanos (risas), me tienen incondicionalmente a su disposición. No es por alabarme; pero sé distinguir, y nadie me gana en servir a mis amigos y ayudarlos en... lo que necesiten, quiero decir, que en cualesquiera cosa en que necesiten de mi modesto concurso, pueden mandarme, en la seguridad de que tendrán en mí un seguro servidor, un amigo del alma y... un compañero, dispuesto a prestarles... todo el concurso desinteresado, todo el favor, todo el apoyo moral y moral, toda la confianza del mundo... siempre con el alma, siempre con el corazón... Les ofrezco, pues, con fina voluntad mi hacienda, mi persona, y todo cuanto soy y cuanto valgo.

He dicho. (Aplausos frenéticos, delirantes aclamaciones, gritos, tumulto. Todo el mundo en pie, palmoteando sin cesar, con estrépito formidable. La ovación no tiene término.)

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