Escena VI
Dichos; DON JOSÉ por el foro; tras él LORENZA.
DON JOSÉ.— Pero, Marqués, le estoy esperando...
EL MARQUÉS.— Allá iba...
DON JOSÉ.— (Registrando con la mirada toda la terraza.) ¿No ha vuelto ese loco? (A LORENZA.) ¿Y César?
LORENZA.— En su cuarto. El señor de Canseco ha salido; dijo que volverá.
DON JOSÉ.— Ya... (Reconocimiento tenemos).
EL MARQUÉS.— ¿Pero no sabe usted lo mejor?
ROSARIO.— Que soy causa de su delirio, Sr. D. José de mi alma.
DON JOSÉ.— ¿Crees quo no lo había comprendido? Hace días que me dio en la nariz el tufo del volcán.
ROSARIO.— Yo, triste de mí, no le he dado el menor motivo...
DON JOSÉ.— Ya me lo figuro... Hija mía, yo te suplico que hagas lo posible y lo imposible por quitarle de la cabeza esa idea caprichosa. Ni a él le conviene, ni...
ROSARIO.— Claro, ni a mí.
DON JOSÉ.— Yo deseo casarle con una mujer sencillota, sin pretensiones...
ROSARIO.— Alianza muy natural. Y así aseguramos el negocio del pescado.
DON JOSÉ.— No lo digas en broma. (Receloso.) (¡Si alentará ésta su locura! Estaremos en guardia).