Skip to main content

La de San Quintín: Escena III

La de San Quintín
Escena III
    • Notifications
    • Privacy
  • Project HomeBenito Pérez Galdós - Textos casi completos
  • Projects
  • Learn more about Manifold

Notes

Show the following:

  • Annotations
  • Resources
Search within:

Adjust appearance:

  • font
    Font style
  • color scheme
  • Margins
table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. PERSONAJES y ACTORES
  4. ACTO I
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
  5. ACTO II
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
    8. Escena VIII
    9. Escena IX
    10. Escena X
    11. Escena XI
    12. Escena XII
    13. Escena XIII
    14. Escena XIV
    15. Escena XV
    16. Escena XVI
    17. Escena XVII
    18. Escena XVIII
    19. Escena XIX
  6. ACTO III
    1. Escena I
    2. Escena II
    3. Escena III
    4. Escena IV
    5. Escena V
    6. Escena VI
    7. Escena VII
  7. Autor
  8. Otros textos
  9. CoverPage

Escena III

Dichas; DON CÉSAR, dando el brazo a DON JOSÉ.

DON JOSÉ.— ¡Ah, picaronas! ¿habéis estado en la feria?

ROSARIO.— Sí, señor; y hemos llevado flores a la Virgen.

RUFINA.— Y le hemos pedido que os dé a los dos muchísima salud.

DON CÉSAR.— ¿A mí también? ¿Han rezado por mí?

ROSARIO.— Sí señor... también por usted.

DON CÉSAR.— Gracias. Pero hasta ahora, la Virgen no le ha hecho a usted maldito caso, porque hoy no me siento mejor que ayer.

ROSARIO.— Es que Nuestra Señora del Mar, este año, no está muy benigna que digamos... No concede nada de lo que se le pide.

DON JOSÉ.— ¿Van esta noche al baile del Casino?

ROSARIO.— Yo no.

RUFINA.— Y si quisiéramos ir, ¿nos dejarías, abuelito?

DON JOSÉ.— ¡Ah, hijas mías, ya no soy el que manda aquí! ¿Sabéis la resolución que he tomado?

RUFINA Y ROSARIO.— ¿Qué?

DON JOSÉ.— Pues... considerando que mi querido hijo tiene en poco la autoridad que ejerzo en esta casa desde hace más de medio siglo, considerando que se empeña en ir por caminos que no son de mi gusto. Nos... abdicamos. (Se sienta.)

ROSARIO.— ¿Es de veras?

DON JOSÉ.— (Con seriedad.) Sí. Y algo muy importante que yo debía decirte hoy, él te lo dirá. Allá os entendáis vosotros.

(DON CÉSAR habla aparte con ROSARIO; DON JOSÉ con RUFINA.)

Él quiere perderse, y se perderá.

ROSARIO.— Pero D. César, ¿todavía insiste usted?

DON CÉSAR.— ¿Cómo no? La constancia es mi único mérito. Insisto, sí.

ROSARIO.— ¿A pesar de la reyerta desagradable del otro día?

DON CÉSAR.— A pesar de todas las reyertas pasadas, presentes y futuras.

ROSARIO.— Creí que me guardaría usted rencor.

DON CÉSAR.— ¿Por qué? ¡Ah! por haberme revelado... Al contrario... si debo agradecerlo... Con intención o fines que no comprendo bien, usted me libró de un error afrentoso... Al herirme, me hirió con la verdad; y la verdad, dígase lo que se quiera, siempre se agradece... Ya ve usted que soy claro. Imíteme en la claridad, y dígame...

ROSARIO.— (Disgustada.) Si le parece, dejemos para otra ocasión ese asunto. Tengo que escribir a mi familia... Estoy muy holgazana.

DON CÉSAR.— ¡Ingratuela! Siempre huyendo de mí.

ROSARIO.— Hasta luego. (A RUFINA.) ¿Vienes?

(Vanse por la derecha.)

Annotate

Next / Sigue leyendo
Escena IV
PreviousNext
Powered by Manifold Scholarship. Learn more at
Opens in new tab or windowmanifoldapp.org