IV
Mutación. La escena representa un aposento semi—elegante que parece ser fonda.
ISIDORA.—(Mirando con zozobra hacia la puerta, en la cual ha dado golpes una mano indiscreta.) ¿Quién es?
DON JOSÉ.—(Levantándose de un sillón en que yace soñoliento.) Si es visita, me retiraré.
UN SEÑOR.—(Entrando sombrero en mano y dirigiéndose a Isidora.) ¿Es usted doña Isidora Rufete?
ISIDORA.—(Trémula.) Servidora...
AQUEL SEÑOR.—(Avanzando, seguido de otro individuo poco simpático y nada cortés.) Señora, el objeto de mi visita es poco agradable. Vengo a prender a usted de orden del juez del Hospicio. (Muestra el auto de prisión.)
ISIDORA.—(Aterrada.) ¡Prenderme!... ¡A mí! ¿Está usted seguro?...
EL ESCRIBANO.—(Volviendo a mostrar el auto.) Vea usted... Conque si tiene usted la bondad de seguirme...
DON JOSÉ.—(Aparte, deplorando no tener espada, y sobre todo no ser hombre capaz de sacarla en caso de que la hubiera tenido.) ¡Qué picardía!
EL ESCRIBANO.—(Queriendo, como hombre humanitario, sacar a Isidora de su extraordinaria perplejidad.) Ya sabría usted que la parte contraria pidió que se sacara el tanto de culpa...
ISIDORA.—(Confusa y mareada.) Sí.
EL ESCRIBANO.—Y el juez ha encontrado el fundamento.
ISIDORA.—Pues daré fianza...
EL ESCRIBANO.—Precisamente... en el delito de que se trata no puede concederse fianza.
ISIDORA.—¡Delito! ¿Está usted seguro de lo que dice?
EL ESCRIBANO.—El pleito es ahora causa criminal...
ISIDORA.—(Iracunda.) ¿Y de qué me acusan?
EL ESCRIBANO.—De falsificación.
ISIDORA.—¿Falsificadora yo?... (Fuera de sí.)
DON JOSÉ.—(Aparte, apretando los dientes, frunciendo las cejas y contrayéndose todo.) No te pierdas, José.
ISIDORA.—Esto es una infame trama de mis enemigos... Pero Dios no consentirá que me pierdan ni que me deshonren. (Llora.) ¡Y a esto llaman justicia, ley! (Sobreponiéndose al dolor y secando sus lágrimas de tal modo que parece que se abofetea.) Yo probaré mi inocencia... Esto me faltaba, esto; ser mártir. (Aparte, con entereza y orgullo.) Bien venida sea esta noble corona. El martirio me purificará de mis culpas, y hará que resplandezcan mis derechos de tal modo que lo puedan ver hasta los ciegos. (Alto.) Vamos, cuando usted quiera.