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El Copo de Nieve: El Copo de Nieve

El Copo de Nieve
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  1. Portada
  2. Información
  3. El Copo de Nieve
  4. I. Lo que pueden decir a una joven los ecos de una flauta
  5. II. De cómo la imaginación sabe prestar distintas formas a todos los objetos
  6. III. Cuadros de sombra
  7. IV. Lo que puede pesar un capullo de rosa en la balanza de la vida
  8. V. El cuento de las dos almitas
  9. VI. La intriga
  10. VIII. Lo que se ve a la luz de los sepulcros
  11. VIII. El secreto de Policarpa
  12. IX. La catástrofe
  13. X. Cuadros de luz
  14. XI. La expiación
  15. XII. Un rayo de sol tras la tormenta
  16. Epílogo
  17. Otros textos
  18. CoverPage

Ve, soplo divino de mi alma, pósate sobre los blancos lirios del valle y liba su perfume, deslízate sobre los plateados arroyuelos y róbales sus perlas, recorre los bosques seculares, y arráncales sus notas misteriosas. Soplo divino del espíritu increado, imita al Ser de su ser que mora en las alturas, y esparce por todas partes el bálsamo del consuelo. Ve en forma de brisa a acariciar las frentes abatidas, ve convertido en aroma a saturar las almas laceradas, ve trasformado en rocío a humedecer los párpados que el dolor ha secado, como seca el simún los floridos árboles.

Ve, franquea los montes y los llanos, recorre los prados y los bosques, deja atrás los palacios opulentos, los dorados techos que cobijan la risa y la alegría, y no te detengas más que delante de la cándida virgen, pálida como las rosas blancas, que suspira por su bien perdido. No te detengas más que delante de la madre que vela junto a su hijo enfermo, o del caduco anciano que sólo ve desolación en torno suyo.

Detente a su lado, y cuéntales esta breve historia: historia breve de lágrimas, que te ha enseñado a ti cómo debías llevar la Cruz bendita, símbolo de redención, hasta el Calvario, para remontarte desde su alta cumbre, vestido de sol y coronado de estrellas al inmortal seguro.

Corre, soplo divino de mi alma, ve en nombre del espíritu increado a revelar a los que sufren el modo de convertir en rosas las espinas, las lágrimas en benéfico rocío.

Estás abrasado de amor, estás henchido de fe; ve a llevar tu fe y tu amor a los desventurados, como lleva el viento a las estériles comarcas el germen de las flores.

¡Ve, ve rápido y silencioso, recorre los continentes, cruza los anchos mares, que cuando estés fatigado plegarás las blancas alas en el seno del Eterno!

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