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La Familia de León Roch: VIII. Sorbete, jamón, cigarros, pajarete.

La Familia de León Roch
VIII. Sorbete, jamón, cigarros, pajarete.
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table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. PRIMERA PARTE
    1. I. De la misma al mismo.
    2. II. Herpetismo.
    3. III. Donde el lector verá con gusto los panegíricos que los españoles hacen de sus compatriotas y de su país.
    4. IV. Siguen los panegíricos dando á conocer en cierto modo el carácter nacional.
    5. V. Donde pasa algo que bien pudiera ser una nueva manifestación del carácter nacional.
    6. VI. Pepa.
    7. VII. Dos hombres con sus respectivos planes.
    8. VIII. María Egipciaca.
    9. IX. La Marquesa de Tellería.
    10. X. El Marqués.
    11. XI. Leopoldo.
    12. XII. Gustavo.
    13. XIII. El último retrato.
    14. XIV. Marido y mujer.
    15. XV. Un convenio como los que la diplomacia llama «modus vivendi.»
    16. XVI. De Crematística.
    17. XVII. La desbandada.
    18. XVIII. El asceta.
    19. XIX. La Marquesa se va á la música.
    20. XX. Un drama viejo, viejísimo.
    21. XXI. Batiéndose con el ángel.
    22. XXII. Vencido por el ángel.
  4. SEGUNDA PARTE
    1. I. Si el tiempo lo permite.
    2. II. Memorias.—Tristezas.
    3. III. María Egipciaca se viste de pardo y no se lava las manos.
    4. IV. El mayor monstruo, el crup.
    5. V. La madre.
    6. VI. El Marqués de Fúcar recibe nuevos favores del Cielo.
    7. VII. Erunt duo in carne una.
    8. VIII. En que se ve pintada al vivo la invasión de los bárbaros.. Resucitan Alarico, Atila, Omar.
    9. IX. La crisis.
  5. SEGUNDA PARTE. (CONTINUACIÓN)
    1. X. Razón frente á pasión.
    2. XI. Esperar.
    3. XII. Donde se trata de la hidalguía castellana, de las leyes morales, de todo lo que hay de más venerando, y de otras cosillas.
    4. XIII. Una figura que parece de Zurbarán y no es sino de Goya.
    5. XIV. La revolución.
    6. XV. ¿Cortesana?
    7. XVI. El deshielo.
  6. TERCERA PARTE
    1. I. Vuelve en sí.
    2. II. ¿Se morirá?
    3. III. León Roch hace una visita que le parece mentira.
    4. IV. Despedida.
    5. V. A almorzar.
    6. VI. El clérigo miente y el gallo canta.
    7. VII. Fuegos parabólicos.
    8. VIII. Sorbete, jamón, cigarros, pajarete.
    9. IX. También yo despeino.
    10. X. Latet anguis.
    11. XI. Excesos del apostolado.
    12. XII. La verdad.
    13. XIII. La batalla.
    14. XIV. Vulnerant omnes, ultima necat.
    15. XV. La sala Increíble.
    16. XVI. Los imposibles.
    17. XVII. Visitas de duelo.
    18. XVIII. El cónyuge inocente.
    19. XIX. Tres por dos.
    20. XX. Final.
    21. XXI. Del Marqués de Fúcar al Marqués de Onésimo.
  7. Autor
  8. Otros textos
  9. CoverPage

VIII. Sorbete, jamón, cigarros, pajarete.

La noticia de la mejoría, volando de aposento en aposento y llegando hasta el picadero, donde estaba Polito; hasta la estufa, donde los Marqueses de Tellería y de Onésimo examinaban las piñas exóticas, haciendo discretísimas apreciaciones sobre los progresos de la aclimatación (de lo cual debía resultar con el tiempo, según D. Joaquín, un gran aumento en la materia imponible); llegando también hasta la pajarera, donde estaba Milagros encantada con el piar de las aves pequeñas, que era un recreo muy de su gusto, esparció el júbilo por todas partes. Además de los Tellerías, mucha y diversa gente acudió á enterarse, y algunos aceptaban los aparatosos obsequios de Fúcar. Los más cumplían dejando tarjeta; las amigas íntimas quedábanse un rato para consolar á Milagros, que después de dar una vuelta por el jardín, había entrado bastante tarde y daba descanso á su fatigada persona en un sofá de la sala japonesa. Entre ídolos y jarros de color de chocolate, exhalaba sus quejas y suspiros.

«Ahora no se opondrá ese troglodita á que yo vea á mi hija... Pst.»

Un lacayo que pasaba con servicio de copas y licores, se detuvo al llamamiento.

«Tráigame usted un helado.

—¿De qué lo quiere la señora?

—De piña, si hay; si no, de plátano... Pilar ¿no tomas nada?

—¡Si acabo de tomar dulce de coco, plum pund-ding, Jerez y no sé qué más! Ese bendito Marqués de los adoquines quiere vengarse de mis burlas matándome de empacho. Se empeña en que me quede á comer aquí, en que pasee en sus caballos y en sus coches, en que me lleve todas las rosas... Si ya sabemos, señor tratante en blancos, que tiene usted buen cocinero, buenos caballos, un gran jardinero, y muchos muñecos del baratillo. El cocinero vale poco. Es un marmitoncillo que estaba en París en los Trois frères provenceaux... Francamente, me carga lo que no es decible este palacio de similor, tan semejante á una prendería... Parece una gran librea recargada de galones... Pero, querida Milagros, ¿sabe usted que estamos aquí haciendo un papel lucido? ¿Entramos en la alcoba de María? ¿Habrá reconciliación por ahora?»

Los ojos de la Marquesa se iluminaron como la luz de los faros giratorios cuando les llega el momento de crecer. Después se apagaron los ojos mientras los labios decían:

«¡Reconciliación! ¡Oh! ¡Desgraciadamente no la habrá!

—¿Y Pepa, dónde está?

—En Madrid.

—Sería una desfachatez que se presentase en Suertebella. Todavía no me explico por qué está aquí María.

—Mi pobre hija fué acometida de un violento ataque. Hallábase en un caserón sin muebles, sin camas, sin recursos. El Marqués de Fúcar la hizo trasladar aquí. ¡Cuánto le agradecemos su bondad!... Pero mi bendito yerno... No puedo contenerme: voy á decirle cuatro verdades... ¡Ah! el sorbete.»

Habíase levantado la dama con ciertos ademanes de femenil fiereza; pero se sosegó volviendo á su primer asiento entre ídolos y jarrones para embaular el sorbetillo en las profundidades inconsolables de su sér afligido. Polito había vuelto al billar, donde jugaba á carambolas con su amigo Perico Nules.

«¡Eh!... Philidor...—gritó de improviso, mascullando el tarugo de aspirar brea.—Haga usted el favor de mandar que me traigan un poco de jamón en dulce y una copa...

—¿De Jerez?»

Vaciló, rascándose la barba rala.

«No... que me irrita... De Chateau-Iquem. Si yo pudiera dejar la maldita brea; pero no, no puedo dejarla, porque me ahogo... ¡Eh! un momento, mon cher Philidor... A éste tráigale usted también jamón en dulce ó lengua escarlata y pajarete.»

Cuando se quedaron solos, Polito se llevó los dedos á la boca, y dijo á su amigo: «¿Smoking?...

—¿Fumar? Pues fumemos,—dijo el otro sacando su petaca.

—Hombre, no... Mira, allí está la caja... Toda la Vuelta Abajo la tenemos en casa.»

Bastoneando con los tacos, fueron derechos á una caja de tabacos que con su incitante olor revelaba el aristocrático abolengo de los vegueros que entre sus tablas de cedro tenía.

«¡Buenos cigarros, buenos!

—Mira, chico, aquí viene bien aquello de «lo que es de España...» Hagamos provisiones.

—Hombre, es demasiado,—dijo Perico Nules, algo escandalizado de aquella incautación.

—No seamos panolis... Digamos como Raoul: chascun per se...»

Cantando á Meyerbeer, cada nota disminuía de un modo deplorable la riqueza tabaquina del Marqués de Fúcar.

«Verdaderamente, ¿qué es esto que vemos, que tocamos, que fumamos?—dijo Nules, encendiendo una cerilla.—¿Qué recinto es éste, espléndido y rico? Este salón lujoso ¿qué es? Los ricos alicatados árabes de esta sala, el caballo en que has paseado esta tarde, las piñas de la estufa; los cuadros, las flores, los tapices, los vasos, ¿qué son? Pues son el jugo, la savia, la esencia de nuestro país, de nuestra amada patria... ¿tú te enteras? y como las cosas sacadas de su centro natural por malos caminos tienen que volver á su natural centro, temprano ó tarde, bien así como los seres orgánicos se asimilan por el alimento aquello mismo que pierden por el uso de la vida, resulta que...»

Trajeron el jamón, y la presencia del lacayo obligóles á guardar silencio.

«Y como nosotros somos el país ó parte del país...—dijo Leopoldo.

—El país recobra lo que le pertenece,» añadió Nules arremetiendo al plato.

Aquel humorístico joven era el mismo que había hecho, según crónicas fidedignas, la interpretación profana y maliciosa de las pinturas y letreros de la capilla.

«La riqueza, querido Polo—dijo escanciando el pajarete,—es un círculo, ¿te enteras bien? es un círculo... sale y vuelve al punto de partida... El Estado saca á mi padre por contribución la mitad de sus rentas de Jerez; Fúcar le saca al Tesoro, en el feliz instante de un empréstito, la contribución de seis meses, y yo me bebo el vino de Fúcar y le fumo sus cigarros, con lo cual satisfago una necesidad que mi padre no pudo satisfacerme por causa de aquella maldita contribución. ¿Tú te enteras de este círculo infinito?... Todavía quedan algunos cigarros en la caja. Esos se los fumarán los criados.

—No lo consiento, ¡pietoso ciel!—dijo Leopoldo.—No faltaba más... in tal periglio stremo...

—¡Oh! ¡feliz encuentro!—exclamó Nules mirando al parque por la ventana.—Ahí están las de Villa-Bojío, madre y cándidas hijas.»

Leopoldo se asomó para ver á las damas que del landó bajaban junto á la escalinata, y su corazón se movió en pecho con trabajoso palpitar, así como la pepita de una avellana medio seca que tiembla en las ramas agitadas por el temporal.

«Convidémoslas á dar un paseo en coche,—dijo Nules.

—Sí, que enganchen. ¡Attelez!... Philidor...—gritó Leopoldo.—Pero vamos á recibirlas.

—Las llevaremos á dar un paseo á Leganés.

—No hay nada que ver.

—Hombre, los locos.»

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