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Latino Media 2024: La fuerza que brinda la Fe: Superación contra la pobreza y violencia - By Tania Canales

Latino Media 2024
La fuerza que brinda la Fe: Superación contra la pobreza y violencia - By Tania Canales
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  1. Introduction - By Professor Mila Burns
  2. Pasiones perdidas - By Nathaly Taveras
  3. Unity But Not Through Nationality - By Pedro Compres
  4. The Magnificent Hy-Field Course - By Gabriel Bencosme
  5. Mamí Norma - By Alexandra Fernandez
  6. In Conversation with Esmeralda Santiago - By Kathryn Shy
  7. The Transformative Power of Studying Abroad: Eunice Cuevas's Journey of Independence and Growth - By Justyn Fernandez
  8. Flor's Dance Journey - By Ellen Alvarez
  9. La fuerza que brinda la Fe: Superación contra la pobreza y violencia - By Tania Canales
  10. The Two Facets of Therapy - By Alexa Ortega
  11. The Perspective of Efren Vaquero: Hispanics in the United States - By Kevin Mejia 
  12. The Strongest Person I Know - By Harold Nunez
  13. Carmen Gomez-Goldberg: A Portrait of Perseverance and Advocacy - By Isabel Castillo
  14. El Poder de la Conexión Empática: Porque es importante validar los sentimientos by Kensy Sanchez
  15. Crafting Sustainability: The Colombian Artistry of Natalia Machado - By Crystal Gonzalez
  16. The Latina Social Work Profession - By Natasha Luna
  17. United Palace: Solidarity In The Arts at The Heights - By Steven Lora
  18. One stitch here, another there - By Fatimata Jabbie

La fuerza que brinda la Fe: Superación contra la pobreza y violencia

by Tania Canales

“La Fe es lo último que se pierde”


El polvo y la humedad era algo común en el pueblo. La naturaleza, los animales, y los ríos eran los más apreciados de ver. Vivir así podría ser la vida perfecta para alguien que quiere aislarse de la ciudad o tener un nuevo comienzo en su vida, pero esa no era la vida deseada de quienes vivían con pocos recursos.


La vida en el pueblo se dividía en dos, estaban las personas de dinero y las personas necesitadas. Las personas sin recursos buscan la manera de como salir adelanté, ya sea, lavando ajeno, costurando, planchando ropa, o trabajando en casa. La familia de Cristelia Cruz, conocida como la joven de ojos tristes, no tenía buena economía. Sus padres tuvieron siete hijos contando con ella.


En los años ochenta en Honduras, el hombre de la casa era quien tenía que contribuir con dinero o comida, pero en su caso su padre no contribuía mucho en el hogar. Su madre fue una persona luchadora, se encargaba de todos en la casa, se sacrificaba así misma por sus hijos.


Todos en la casa, a excepción de su padre, tenían que ver como alimentarse y salir adelante. “Papá compraba las libras de maíz, pero solo nos daba una bolsita para los ocho y él guardaba lo demás para él” menciono ella. La muchacha de ojos tristes no tuvo una niñez o adolescencia como las demás niñas. Ella a poca edad buscaba leña para vender o incluso lavaba ajeno.


En un pueblo pequeño, si alguien comete un error o acción, esto puede generar varias discusiones entre las personas. Ella, al pertenecer a una de las familias con más bajos recursos en el pueblo, ocasionaba que algunas veces sintiera vergüenza a que los demás la vieran. “Qué pena pasar por esa casa, siempre nos fijamos si tenían el portón cerrado para pasar rápido o si no mejor dábamos la vuelta” dijo riéndose. La joven prefería no pasar al frente de esa casa porque ahí vivía la familia con mejores recursos. No podía ser inevitable que ella se sintiera de menos cuando las demás personas de su edad no trabajaban, pero ella sí.


La responsabilidad de elegir un buen hombre, llevo que la joven de ojos tristes y sus hermanas vivieran de esa manera. “Esa fue la vida que nos tocó, mamá ya tenía la vida hecha. Le habían dejado herencia y ganado, pero ella se fijó en papá.” A pesar de que ella no tuvo muchos recursos en su niñez y adolescencia, ella disfrutó mucho su juventud.


El recuerdo de su juventud vivirá eternamente en ella. Ella prefería perder clases y asistir a las fiestas. Aunque eso la llevo a no terminar la escuela, ella disfrutaba la vida porque como dicen “vida solo hay una.” En el salón de baile se podía escuchar de fondo, Jardín de Rosas de Wilfrido Vargas. Se observaba a un grupo de personas bailar y al otro grupo arrimado a la pared. El ambiente era dinámico y divertido. Todos los sábados, la temperatura estaba al máximo. Todas las personas sentían el calor y la adrenalina que generaba el bailar, pero lo disfrutaban como si no hubiera un mañana. Ella lo disfrutaba como si no hubiera un mañana. “Aunque fuéramos pobres, nosotros fuimos felices. Todo era sano en aquel tiempo, era inevitable no perderse una fiesta” mencionó ella. En ese momento, toda su vida tenía un propósito, seguir adelante y confiar en Dios.


Ella iba a seguir adelante, aunque tuviera que soportar la violencia verbal por parte de su padre. Siempre recordaría los consejos directos y agresivos que su padre impartía hacia ella y sus hermanas. Tal vez su padre no quería que sus hijas tuvieran una pareja igual como él fue con su madre.


“Una mujer no tiene que embocarse tanto a un hombre”


Esos consejos le habían ayudado mucho, la habían hecho darse cuenta de que tal vez su padre, aunque no expresaba su amor por ella, sí se preocupaba por ella.


Cristelia ayudó a su madre en toda su juventud, sin importar que tan cansada estuviera ese día. Ella y sus hermanas siempre estuvieron para ella hasta que ella se fue de este mundo. Poco a poco, cada una de sus hermanas, al cumplir una edad determinada, se iban y rehacían sus vidas. Al quedar solamente tres hijas, contando con la señorita Cruz, su padre las trataba mal.


“Él nos decía “Váyanse a la mierda”, pero nosotras no le hacíamos caso” menciono ella riéndose. Esto podría afectar mucho a otra persona, pero a ella no le afectaba. Estaba tan acostumbrada a este tipo de tratos que no le hacía sentir nada. Quizás, eso le había ayudado demasiado para tener un carácter fuerte.


A pesar de que ella nunca pensaba irse de su hogar, tuvo que irse a la ciudad para tener una mejor vida. Al estar viviendo varios meses en la ciudad, encontró un trabajo de ama de casa. Ella se encargaba de cuidar a los niños y hacer las cosas del hogar. La esperanza de tener un mejor futuro hizo que poco a poco fue sobresaliendo y fue superando su pobreza. Ella por fin podía experimentar que era “vivir bien.”


La señorita Cruz, al tener más recursos, se podía dar el lujo de viajar. Ella, cada vez que tenía la oportunidad, viajaba a su pueblo para ver como estaban las cosas y también visitaba a su amiga en la ciudad. Todos los fines de semana, ella iba a visitar a su amiga al trabajo. Su amiga también vivía donde trabajaba, ya que ella también era ama de casa.


Sin darse cuenta, el jefe de su amiga se convertiría en su futuro esposo y padre de sus dos hijas.


Después de haber formado su propia familia. Ella podía experimentar una vida totalmente diferente a la que vivió en su niñez y adolescencia. Luego de varios años, ella y su esposo decidieron irse a vivir a Estados Unidos para que sus hijas tuvieran un mejor futuro. Actualmente, ella reside en New York, Estados Unidos. Cristelia Cruz ahora puede experimentar el otro lado de la moneda, ahora puede vivir tranquila y sin preocupaciones.


Ella se convirtió en el ejemplo a seguir para sus hijas, se convirtió en mi ejemplo a seguir. Mi madre, que paso por tanto sufrimiento, pero ella nunca perdió la Fe porque “La Fe es lo último que se pierde.”

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