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Poemas y Sonetos: Redondillas

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table of contents
  1. Portada
  2. Información
  3. Amor inoportuno
  4. Ante la ausencia
  5. Cogióme sin prevención
  6. De amor y de discreción
    1. En que satisface un recelo con la retórica del llanto.
    2. Día de Comunión
    3. Dime vencedor rapaz
    4. Envía una rosa a la virreina
    5. Este amoroso tormento
    6. Estos versos, lector mío
    7. Excusándose
    8. Expresa los efectos
    9. Finjamos que soy feliz
    10. Letras para cantar
    11. Nacimiento de Cristo
    12. Oración traducida del Latín
    13. Primero sueño
    14. Pues estoy condenada
    15. Redondillas
    16. Sentimientos de ausente
    17. Teme que su afecto
    18. Ya que para despedirme
    19. A su retrato - Soneto CXLV
    20. A una Rosa
    21. Al que ingrato me deja, busco amante…
    22. Detente sombra
    23. Esta tarde, mi bien
    24. Feliciano me adora y le aborrezco
    25. Insinua su aversion a los vicios
    26. La sentencia de Justo
    27. Verde embeleso
  7. Autor
  8. Índice

Redondillas

Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

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