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<em>Cuentos para fomentar el turismo</em> de Emilio S. Belaval: el caso de una obra maestra incompleta: Barradas_v1b

Cuentos para fomentar el turismo de Emilio S. Belaval: el caso de una obra maestra incompleta
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CENTRO Journal

volume xxxiii • number iii • fall 2021

Cuentos para fomentar el turismo de Emilio S. Belaval: El caso de una obra maestra incompleta

efraín barradas


resumen

En 1946 Emilio S. Belaval publicó una colección de diez cuentos con el título de Cuentos para fomentar el turismo. Pero entre 1939 y 1940 ya había publicado veintitrés cuentos bajo ese título en la revista Puerto Rico Ilustrado. En sus archivos se conserva un cuento inédito con el mismo título general y unas páginas donde el autor presenta el índice de una publicación que recogería un total de veintisiete cuentos. Esta colección nunca se ha publicado. Este ensayo, tras examinar la recepción crítica de este libro como lo conocemos, estudia temática y formalmente los cuentos que no se incluyeron en el libro para ver si estos forman un conjunto coherente. Esa es la conclusión de este estudio que aboga por la publicación de Cuentos para fomentar el turismo en una versión completa que recoja todos estos cuentos, como lo proponía el autor. [Palabras claves: Emilio S. Belaval, Cuentos para fomentar el turismo, Juan Bosch, Concha Meléndez, Flavia Lugo de Marichal, Luis Rafael Sánchez]


El autor (barradas@ufl.edu) es profesor emérito de la Universidad de la Florida y autor de varios libros sobre literatura y cultura caribeñas. Aunque ha prestado especial atención a las letras puertorriqueñas, sus trabajos también estudian temas tan diversos como las artes plásticas y los libros de cocina latinoamericanos. Sus más recientes libros son Para devorarte otra vez: nuevos acercamientos a la obra de Luis Rafael Sánchez (Ediciones Cielonaranja, 2017), Inventario con retrato de familia (Ediciones Callejón, 2018) y Desde la otra orilla: ensayos, notas y prólogos dominicanos (Ediciones Cielonaranja, 2021). Pronto aparecerá una colección de ensayos suyos titulada Visa para un texto: crónicas y memorias.


A Eugenio Ballou,

editor, bibliófilo, amigo

A. Contar los cuentos

En 1971 dos cubanos estudiosos de las letras caribeñas, Vitalina Alfonso y Emilio Jorge Rodríguez, publicaron en La Habana una antología de cuentos puertorriqueños que titularon Cuentos para ahuyentar el turismo. En el 2012 la escritora puertorriqueña Mara Pastor publicó un poemario titulado Poemas para fomentar el turismo. En agosto de 2021, hace sólo unos días, en una de sus hermosas y atinadas columnas, el narrador puertorriqueño Cezanne Cardona rememora su infancia y el turismo tormentero de sus tías quienes lo llevaron sin saberlo a Belaval:

Fue tan contagiosa la risa que usaron mis tías para recordar el cuento “Tormenta platanera” de Emilio S. Belaval que, al otro día, fui directito a la biblioteca de mi escuela a buscar aquel libro prodigioso. Y me contagié por siempre y para siempre de la ironía mordaz de Belaval, tal vez el primer escritor que se atrevió a parodiar, con puntería cruel y milagrosa, este turismo tormentero tan nuestro.

No me cabe duda alguna, pues, que los títulos de estos dos libros y el recuerdo de la infancia de Cardona son dignos y acertados homenajes a Emilio S. Belaval (1903-1972) quien publicó una colección de cuentos titulada Cuentos para fomentar el turismo (1946), colección que es, sin duda, su obra maestra. Aunque en el prólogo de la antología cubana los compiladores no explican el origen del título —en verdad no lo tienen que explicar— sí ofrecen una valoración muy positiva y justa de la obra de Belaval:

La obra narrativa de Emilio S. Belaval (1903-1971[sic]) es, sin dudas, dentro de la tradición satírica de las letras boricuas, la más trascendente en cuanto al reconocimiento e influencias posteriores. (Alonso y Rodríguez 1971, IX)

Por su parte, el libro de Pastor abre con un prólogo de Nicole Cecilia Delgado donde se explica y se justifica detalladamente por qué la joven poeta tomó prestado del viejo cuentista el título para su libro. A su vez, las palabras de Cardona son un homenaje directo y claro del cuentista. Tanto los antólogos, como la poeta, como el cuentista rinden un obvio y gran homenaje a Belaval, quien por décadas no fue tan apreciado como lo es hoy.

Pero si fuéramos a valorar Cuentos para fomentar el turismo por los comentarios críticos que recibió en el momento mismo de su aparición, tendríamos que apuntar que injustamente casi pasó desapercibido1. Sólo Juan Bosch, quien había vivido por un tiempo en Puerto Rico y había conocido a Belaval y su obra, escribió entonces un ensayo sobre estos cuentos. En el mismo exalta las técnicas narrativas del autor y lo presenta como modelo de lo que debe ser un buen cuentista. Recordemos que para este narrador dominicano el cuento se rige por muy estrictas e inviolables normas. Y según este, Belaval es un cuentista que cabe perfectamente bien dentro de los parámetros fijados por él para identificar a los maestros del género:

Emilio S. Belaval, cuentista nato —porque de no serlo no hubiera escrito Cuentos para fomentar el turismo— desconocía la técnica del cuento cuando escribió su primer libro; pero la conoce ahora, y por eso puede mostrar su última obra allí donde —y especialmente en América— se hable de cuentistas; y como el dominio de la técnica lo dan los estudios de los maestros y la dedicación al oficio, es indudable que todavía presentará otras colecciones de cuentos que confirmarán esta opinión.

Pero aunque no la presente, le basta con sus Cuentos para fomentar el turismo para que saludemos en él al cuentista de Puerto Rico. (Bosch 1940, 23)

No sólo debemos notar que Bosch destaca aquí el rigor que debe regir el cuento y que considera a Belaval como el “cuentista de Puerto Rico” o el escritor que retrata el país en su obra, sino que alude muy de paso al fracaso de la primera colección de cuentos de este, Cuentos de la universidad (1935).

Cuando apareció esta primera colección, Antonio S. Pedreira, entonces la figura máxima de la crítica boricua, apuntó, como lo hace indirectamente Bosch en su comentario, que las narraciones incluidas en esa colección de Belaval no siempre siguen las normas de lo que se define tradicionalmente como cuento. Pedreira también fustigó al autor por no presentar, según él, un cuadro verosímil del mundo universitario boricua del momento. Pero su objeción mayor al libro fue la presentación de elementos eróticos, presentación que llama “monomanía sexual [que] rebasa los límites humanos y cae en las metáforas, los dichos, en el paisaje” (1941, 244)2. La crítica de Pedreira, acertada en ciertos aspectos, no deja de revelar un alto grado de gazmoñería y puritanismo de parte del crítico.

En 1956, diez años después de la aparición de Cuentos para fomentar el turismo, Enrique A. Laguerre publica su Antología del cuento puertorriqueño. Aquí recoge una variedad de textos, desde algunos del siglo XIX, de Manuel Fernández Juncos, por ejemplo, hasta otros de la década de 1940, como los de Abelardo Díaz Alfaro de Terrazo (1947) y de José Luis González de El hombre en la calle (1948). También se incluyen textos de autores que hoy son completamente desconocidos aún por lectores especializados, como Ángel M. Villamil y Jacinto Texidor. Pero significativa y reveladoramente el antólogo no recoge ningún cuento de Belaval. El hecho, más allá de retratar los gustos, preferencias, prejuicios y afinidades de Laguerre, puede tomarse como muestra de la poca aceptación que tuvo en ese momento la cuentística de Belaval3.

También en 1956 apareció la que se presupone sea la primera historia de la literatura puertorriqueña, obra de Francisco Manrique Cabrera. Este asevera en la misma que “los Cuentos para fomentar el turismo sigue para nosotros siendo la obra maestra de este escritor” (1956, 300). La aseveración revela los gustos personales de Cabrera, pero no establece el mérito de la colección de cuentos de Belaval en el contexto amplio de la narrativa puertorriqueña del momento4.

Un año más tarde Concha Meléndez, diligente y devota estudiosa del cuento puertorriqueño, en su Antología de autores puertorriqueños: El cuento (1957) vuelve a comentar las dos primeras colecciones de cuentos de Belaval en una importante muestra donde se establece con mucho más rigor histórico que en la de Laguerre el canon de este género en la Isla. Meléndez, como Pedreira y Bosch, no valora positivamente Cuentos de la universidad, pero, como Bosch, exalta Cuentos para fomentar el turismo:

Todos [los cuentos] han de perdurar en nuestra historia literaria por su valor artístico, aun cuando la protesta que implican se haga innecesaria algún día porque se hayan resuelto los conflictos dramatizados en ellos. (1957, XXXI)5

Con estas palabras Meléndez coloca Cuentos para fomentar en el turismo en el canon literario y le otorga una posición central y segura en el mismo.

Para esos mismos años René Marqués, en el prólogo a su importantísima antología, Cuentos puertorriqueños de hoy (1959), ya comenzaba a otorgarle cierta relevancia a los cuentos de Belaval, aunque no los asociaba con los gustos y los objetivos de los narradores de su propio grupo cuya obra recogía en esta muestra:

El enfoque irónico de Nemesio Canales también habría de influir, a nuestro juicio, en algún otro escritor de esa generación que ha cultivado con éxito la ironía. Pensamos de inmediato en Emilio S. Belaval con sus Cuentos para fomentar el turismo. Esta vena irónica no resulta, sin embargo, característica del grueso de la expresión literaria en los años que nos ocupan. (1959, 13)

En 1972 Flavia Lugo de Marichal publica un estudio dedicado por entero a Cuentos para fomentar el turismo. Este fue originalmente la tesis que la autora presentó para obtener el grado de maestría en la Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Por ello tiene todos los rasgos típicos de estos ejercicios académicos. Además es una lectura hecha a partir de las ideas de la estilística y la teoría de las generaciones, herramientas críticas dominantes en esos años en la academia boricua y en el mundo hispánico en general. Lo que más importa en el momento de este trabajo es que su autora se limita al estudio de los nueve cuentos que se recogen en la segunda edición del libro (1967). Pero la autora apunta en la bibliografía de su trabajo que el autor publicó varios otros cuentos con el título general de “Cuentos para fomentar el turismo” en la revista Puerto Rico Ilustrado entre 1939 y 1940. Lugo de Marichal establece que la edición de 1946 es una selección de “los diez cuentos que él considera los mejores” (1972, 30). Dos de los incluidos en el libro no aparecieron originalmente en la revista. En la edición de 1967, la que emplea Lugo de Marichal, Belaval elimina un cuento, “Un desagravio al cabrón del Barrio Juan Domingo”, por considerar que trata un tema escabroso. Parece ser que la crítica de Pedreira a los Cuentos de la Universidad repercutía aún entonces y provocaba la autocensura en Belaval. Pero la edición de 1977 y las posteriores vuelven a incluir ese cuento. Como más tarde veremos, el número de cuentos que constituyen esta colección es de importancia para entender el proceso de creación de la misma como unidad.

Dos años después de la muerte de Belaval, en 1974, la revista Sin Nombre le rinde homenaje con un número completo dedicado al autor y su obra. El hecho ya de por sí evidencia la importancia que Nilita Vientós Gastón, directora de la revista, y los intelectuales que con ella colaboraban le otorgan a Belaval; lejos estamos aquí de la visión que tenía Pedreira de nuestro autor. En el número de Sin Nombre se publican cuentos y ensayos de Belaval y un importante estudio sobre su teatro, escrito por Luis Rafael Sánchez, uno sobre su ensayística, escrito por José Emilio González, y otro sobre sus cuentos, escrito por Juan Martínez Capó. Este sigue esencialmente las pautas establecidas sobre el tema por Concha Meléndez. Pero hay que destacar dos importantes puntos que establece Martínez Capó en su estudio. Primero, el crítico ve en los cuentos de Belaval claros indicios de la obra de cuentistas posteriores: José Luis González, René Marqués, Luis Rafael Sánchez y Rosario Ferré, entre otros. Segundo y más importante, Martínez Capó es aún más explícito que Meléndez al colocar a Belaval en la cúspide de las letras puertorriqueñas: “Queda …en estos libros claves de la cuentística —de toda la literatura— isleña, el testimonio indiscutible de un narrador de orden primerísimo” (1974, 34).

En 1979 Luis Rafael Sánchez publicó su tesis doctoral sobre los cuentos de Belaval, tesis que había presentado durante el año académico 1975-1976 en la Universidad Complutense de Madrid. En este trabajo, que tiene muchos rasgos formales que lo distancian de un típico ejercicio académico, Sánchez estudia todos los cuentos de Belaval recogidos en libros, o sea, las primeras dos colecciones ya mencionadas y la última, Cuentos de la Plaza Fuerte (1963). Dados los rasgos de estilo que distancian este trabajo de una típica tesis doctoral y, sobre todo, dadas las fuertes semejanzas estéticas que Sánchez reconoce entre su propia obra y la del autor que estudia, he propuesto que en el fondo, además de un análisis de los cuentos, este trabajo es un autorretrato en el que Sánchez destaca los elementos que lo unen al escritos mayor.

En su libro Sánchez comenta las tres colecciones de cuentos que Belaval publicó y, aunque definitivamente contribuye al estudio de esta importante parte de su obra, para mí uno de los rasgos más importantes de su trabajo es que sirve para establecer una fuerte conexión entre el autor y su tema y, a la vez, para evidenciar la presencia de una particular corriente en nuestras letras, corriente que he llamado “Barroqueño”. Propongo que existe una clara y fuerte corriente neobarroca con rasgos propios en nuestras letras y artes visuales y que Belaval es uno de sus representantes mayores. La lectura que hace Sánchez de Belaval y la obra misma de los dos narradores sirven de fuerte evidencia para sustentar esta propuesta. Pero ahora el estudio de Sánchez nos sirve para apuntar que este se limita a los diez cuentos de la edición de 1946 de Cuentos para fomentar el turismo y que este trabajo vuelve a exaltar a Belaval como figura canónica en nuestra cuentística y en todas nuestras letras.

Pero el proceso de canonización de Belaval continúa tras el importante estudio de Sánchez que confirma la importancia de este para los narradores que fueron apareciendo tras la producción de los cuentistas de Marqués y su grupo. Por ello, en otra antología cubana de cuentos boricuas, Cuba y Puerto Rico son… (1998), Ramón Luis Acevedo, su compilador, puede ver con gran claridad el valor y la repercusión de los cuentos de Belaval en las letras boricuas del momento:

Sus cuentos, sobre todos los reunidos en Cuentos para fomentar el turismo (1946), desconcertaron a sus contemporáneos y hubo que esperar casi cuatro décadas para que los narradores del ’70 revaloraran su obra y los consideraran uno de los grandes maestros. (1998, 14).

Estos narradores son los que cuya obra se recoge en dos antologías publicadas en 1983, Reunión de espejos y Apalabramiento, y los que en verdad comienzan a apreciar y a revalorar los cuentos de Belaval. Según José Luis Vega, esos nuevos cuentistas aprecian a Belaval por su “voz grotesca, voz carnavalesca, voz cómico-seria que hoy encuentra sus continuadores en Luis Rafael Sánchez y Ana Lydia Vega…” (1983, 20). Son esos nuevos cuentistas, particularmente Sánchez, quienes nos hacen leer de una nueva manera los cuentos del maestro.

Es importante apuntar que un poco más tarde Ramón A. Figueroa en Los equilibristas: Emilio S. Belaval, Juan Bosch, Lino Novás Calvo y el cuento del Caribe Hispano (1930-1940) (2006) coloca la cuentística belavariana en el contexto antillano al compararla con la obra de Bosch y de Novás Calvo. Al hacerlo, Figueroa parte de una visión de Belaval como el gran cuentista puertorriqueño de la primera mitad del siglo XX. Pero su contribución mayor, contribución de importancia ya que abre puertas para nuevos estudios, es colocar al autor en su contexto antillano. En ese sentido Bosch fue de gran importancia ya que con sus estadías en Puerto Rico y Cuba y con sus fuertes contactos con los escritores de estas islas hizo concreta y efectiva la comunidad y comunión entre las letras de las tres Antillas hispánicas. Figueroa sigue las pautas establecidas por el maestro dominicano. Pero en término de los cuentos del escritor puertorriqueño que le sirven de base a Figueroa para su trabajo hay que apuntar que sólo emplea la primera edición de Cuentos para fomentar el turismo y que desconoce o ignora el resto de su producción que aparece con ese título pero que no se recoge en este volumen.

Este devenir de la recepción crítica de la cuentística de Belaval culmina, hasta el momento, en su elevación al puesto de una de las figuras centrales de las letras boricuas, más allá del género del cuento. Por ello Marta Aponte, en su Narraciones puertorriqueñas apunta que:

[a]lgún poema de Palés o algún cuento de Belaval o de Luis Rafael Sánchez (1935) conjura con el humor los aires irracionales de un país que no es posible describir de manera directa. (2015, XLIV)

Queda así colocado Belaval en el lugar que le pertenece, entre los más importantes escritores boricuas que definen nuestra literatura y, a través de ella, nuestro carácter nacional.

Este somero recuento de la recepción de Cuentos para fomentar el turismo nos sirve para entender porque hoy, cuando por fin hemos superado la mojigatería hispanófila de Pedreira y la ceguera narcisista de Laguerre, cuando apreciamos el gusto por lo grotesco, lo esperpéntico, y cuando nos damos cuenta que el humor es algo serio que nos puede ayudar a entender y representar nuestra realidad nacional, en fin, cuando apreciamos una estética neobarroca boricua, no dudamos que Cuentos para fomentar el turismo es una obra maestra y, por ello mismo, tenemos que restaurarla para que sea la obra amplia que el autor concibió y quiso publicar.


B. El cuento completo

Aunque Belaval ocupa hoy un puesto de importancia en las letras puertorriqueñas su cuentística no se conoce como un ente completo ya que su obra maestra, Cuentos para fomentar el turismo, nunca ha aparecido como el autor la concibió. Como ya he apuntado, la edición de la obra que circula desde 1946, a pesar del cambio en 1967 con la eliminación temporera de uno, consta de diez cuentos. Ocho de estos aparecieron primero en la revista Puerto Rico Ilustrado; los dos restantes aparecieron por primera vez en el libro mismo. Los que se publicaron en la revista siempre aparecían bajo el título general de “Cuentos de fomentar el turismo”, como parte de esa serie, seguido por el título del cuento particular y todos llevaban al final la irónica frase “Made in Puerto Rico 1936”. La ironía permea todas las piezas incluidas que, como apuntaron Vitalina Alfonso y Emilio Jorge Rodríguez, quería servir, más que para fomentar, para ahuyentarían el turismo.

Recordemos que en esos años el gobierno de la Isla tenía una campaña para desarrollar esta industria en la Isla. Por ejemplo, en 1937 se abrió una oficina de turismo en la ciudad de Nueva York con ese propósito, como apunta Luis Aponte Parés (2019). En los números de Puerto Rico Ilustrado donde aparecen los cuentos de Belaval muchas veces aparecen también y hasta en la misma página que estos breves notas o anuncios sobre el desarrollo de esa industria firmados por Enrique Ortega, director del Instituto de Turismo del Gobierno de Puerto Rico. El título del libro de cuentos de Belaval, quizás lo más irónico de todo el texto, alude y se burla de ese proyecto gubernamental.

El tema, obviamente era de gran interés para Belaval, quien en 1952 publicó en el periódico El Mundo diez artículos sobre los posibles efectos del turismo en la sociedad boricua, todos bajo el título de “La intríngulis puertorriqueña: ¿Cómo afectará el turismo la vida puertorriqueña?”. Las ideas centrales expuestas en estos artículos aparecen resumidas en una sección parcamente titulada “Turismo”, parte de un breve pero importante libro de Belaval, Problemas de la cultura puertorriqueña (1977). En términos generales, la visión de Belaval del turismo en Puerto Rico es negativa y hasta pesimista. El resultado, según él, será contraproducente: “El jíbaro asomará su cara de hombre ducho en el ver de cosas embusteras y el turista tendrá que irse al bar del hotel a emborracharse, cosa que ya no tiene atracción” (1977, 70).

Como se puede ver por estas publicaciones, los problemas que traía en turismo desde que el gobierno puertorriqueño comenzó a desarrollarlo activamente se convirtieron en una preocupación importante para Belaval. A la vez, todos estos datos son prueba de la intensidad de su actividad narrativa y ensayística durante esos años. Por ello no sorprende que de 1939 a 1940 publicara en Puerto Rico Ilustrado veinticuatro cuentos, todos bajo el título general de “Cuentos para fomentar el turismo”.

La profesora Lugo de Marichal dice que Belaval escogió los diez que consideraba los mejores para su colección, según la conocemos6. Pero hay dos hechos que indican claramente que el autor quería publicar todos estos cuentos y otros tres, dos que incluye en la primera edición y otro aún inédito todos bajo el mismo título y como una obra única.

Primero, si examinamos la portada y la portadilla de Cuentos para fomentar el turismo, las que no han cambiado desde la primera edición hasta, al menos, la edición de 1977, notamos que bajo el título aparece la indicación de que este es el “Volumen 1”. Obviamente Belaval pensaba publicar otro u otros volúmenes con todos los cuentos que había publicado en Puerto Rico Ilustrado bajo ese título general.

Segundo, entre los documentos de Belaval que se guardan en la Biblioteca Guevara de la Universidad del Sagrado Corazón se hallan cuatro hojas manuscritas preparadas por el autor mismo con el título “Publicación de los Cuentos para fomentar el turismo” donde se hace un listado de 27 cuentos que deben componer el libro completo. En este documento, que no aparece fechado7, Belaval apuntó la ficha bibliográfica de cada uno de los cuentos ya publicados y, además, incluyó un cuento inédito, “Los chambones del prócer”, cuento que se guarda en este archivo y que aparece también con el título general de la colección y con la misma frase al final del mismo: “Made in Puerto Rico 1936”. Estos dos datos —especialmente este importante documento que inclusive apunta el orden de aparición de los cuentos en un libro proyectado— son pruebas contundentes que lo que tenemos y lo que hasta el momento hemos manejado es una obra maestra incompleta que espera que se publique en su totalidad.


C. Todos los cuentos, el cuento

El índice de los cuentos preparado por el propio Belaval no deja lugar a duda de que este concebía Cuentos para fomentar el turismo como un libro de veintisiete cuentos o, probablemente, como más de un volumen que reuniera todas las narraciones que aparecían con ese título general8. Pero, más allá de los planes del autor y dado que durante su vida sólo aparecieron en el libro los diez cuentos que hasta ahora incorrectamente consideramos la totalidad de esta obra, creo que hay que preguntarse si los que se publicaron en Puerto Rico Ilustrado pero que no se recogieron en el libro cabrían en la hipotética colección de todos estos cuentos. La lectura de estos, a pesar de algunas pequeñas diferencias con los diez que forman el volumen que conocemos, nos hacen ver claramente que estas narraciones pueden formar —¡que forman!— un conjunto coherente.

Los que considero los tres rasgos esenciales de Cuentos para fomentar el turismo —el empleo de la ironía; el uso de un lenguaje de tonos poéticos que mezcla el habla jíbara con elementos de las letras clásicas españolas y con técnicas vanguardistas; la preocupación por el campesino— están presentes en todos estos cuentos.

El jíbaro y su bienestar son centrales en cuentos como “Rehabilitación”, donde se critica directamente la política del Nuevo Trato rooseveltiano en la Isla; por ello en este cuento se habla del “alma novotratista de la rehabilitación” y se presenta, como en “Conversión de la maestrita rural Isabelita Pirinpín”, cuento publicado en la colección que conocemos, la aplicación de normas estadounidense a la realidad puertorriqueña. A veces, como en “Las cuatro doñas de Pirulo Machado”, el intento de reformar la estructura de la familia campesina sirve para presentar una situación contradictoria: ¿se debe aceptar la práctica de la poligamia? La voz narrativa de este cuento parece defender esa práctica o, al menos, se burla de los intentos gubernamentales por erradicarla. Lo que si vemos con seguridad es que aquí la voz narrativa parece no estar de acuerdo con los personajes que representan las instituciones gubernamentales, los que tratan de mejorar la vida de los campesinos pero, al hacerlo, destruyen sus estructuras sociales tradicionales. Muchos de estos cuentos terminan con una nota de ambigüedad que hace difícil establecer con seguridad la posición de la voz narrativa respecto a estas estructuras establecidas, como las prácticas ilegales en las campañas políticas. Esto se ve, por ejemplo, en “Los chambones del prócer”, el cuento inédito.

La defensa de la tradición se evidencia en otros cuentos, especialmente en aquellos donde se trata el tema de la religiosidad popular. Por ello, los representantes de las iglesias cristianas no católicas, que entonces comenzaban a aparecer en el campo boricua, siempre aparecen en estos bajo una luz negativa; “Las cuatro doñas de Pirulo Machado” es un buen ejemplo de la defensa de las prácticas tradicionales. Pero en otros cuentos, como en “Peregrinitos a Hormigueros” se defiende abiertamente la tradición religiosa de origen español: “Jíbaro viejo, buen católico” dice la voz narrativa en este cuento. En “Nuestro gran hermano Che” parece esconderse un ataque a los Hermanos Cheos, un polémico movimiento de reforma interna que se dio en la Iglesia Católica puertorriqueña9. En general, la voz narrativa tiende a defender las tradiciones del campesinado.

Son múltiples los ejemplos que se pueden ofrecer del empleo de la ironía en estas narraciones, lo que claramente las emparenta con las que se incluyen en el libro que conocemos. La misma a veces está relacionada con la presencia del autor en las narraciones. La voz narrativa se convierte en testigo: “yo lo conocí” dice esta en “El alma usurera de Panchón Medina”. Los ejemplos de la presencia de la voz narrativa como personaje pasajero en los cuentos son múltiples. El autor así hace una especie de “cameo appearance”, como Alfred Hitchcok en sus películas. Aquí, como en otros momentos de los cuentos, los recogidos en el libro y los que no han sido incorporados, la voz narrativa no tiene resquemor en establecer su posición de observador comprometido y casi personaje, lo que lo hace quedar afectado por las circunstancias negativas de la trama ya que esta figura que representa esa voz está asociada con los que fomentan el turismo a costa del campesino.

El lenguaje de estos cuentos, como los de los ya incorporados al libro, es muy poético y combina el habla del jíbaro con elementos de la literatura del Siglo de Oro español y la poesía vanguardista. Ya Flavia Lugo ha estudiado este aspecto de los cuentos desde el punto de vista de la estilística y sus observaciones son válidas para todos. También hay que apuntar que en algunos casos la voz narrativa misma adopta el lenguaje de los personajes, como ocurre por momentos en “El pollo pelón de Paulito Mendoza”, entre otros cuentos. Esta técnica la adopta y la lleva a un nivel más alto Luis Rafael Sánchez.

También, como en la prosa de Sánchez, en la de Belaval hallamos la repetición de frases que le da a los textos un marcado tono de ritmo musical. El empleo de la aliteración y las palabras inventadas también es frecuente; por ejemplo en “Andanza menor de Ma Goyo” hallamos el siguiente juego verbal: “guabarucho, guatapanazo, guabuchazo”. Hay nombres de personajes que también apuntan a esos juegos verbales: Pepa Quenepa, Perico Estacazo, Juanito Bobín. Y sobre todo, hallamos metáforas chocantes: “orín de gongolí”, “ponzoña seráfica”, “la curva indígena de la hamaca”. El lenguaje que emplea Belaval, arriesgado y juguetón, es el filtro a través del cual se ve toda la narración y el mismo tiene sus raíces en el esperpento de Valle Inclán.

Pero hay que apuntar también cómo Belaval se vale de expresiones y personajes de la cultura popular urbana de su momento para desarrollar algunos cuentos. “Magó Bajito” parte de una expresión popular y “Romance urbano de Monchín del Alma podrido en vida por un comején mameyero” es la recreación de Belaval de un enigmático personaje que aparece en otros textos y, sobre todo, en nuestra música popular10.

Pero el ejemplo más revelador del uso de rasgos de la cultura popular urbana del momento lo hallo en “Apología de Juan Nepomuceno Mojica” donde Belaval usa un dicho soez que circulaba en las décadas de 1930 y que aún se oye en Puerto Rico. A partir del mismo construye todo el cuento. Mojica, el protagonista de la narración, es un joven que comienza sintiendo miedo o aversión por las mujeres, termina obsesionado con la sexualidad: “Juan Nepomuceno Mojica, el que murió de hambre pero harto de hartura tan sabrosa que se le supone el inventor de la más dulce muerte a que pueda aspirar un hombre de esta tierra”. Con su estilo neobarroco Belaval esconde un dicho soez popular. La frase empleada pierde hoy su sentido del humor, su vulgaridad y la transgresión en que incurre el autor ya que este transforma y esconde en ella un dicho muy grosero: “Murió como Mojica, muerto de hambre pero harto de …”. El refrán terminaba con una palabra vulgar nuestra que denomina la vagina y que rima con el apellido del personaje. Posiblemente los lectores del momento de aparición del cuento, sobre todo aquellos con contactos con la cultura popular, entendían el chiste que hoy probablemente se pierde. Y por ello también se pierde la gran trasgresión belavariana que no deja de sorprender por el empleo de ese dicho vulgar. Este cuento y otros demuestran la exaltación de la cultura popular en la obra de nuestro escritor, exaltación que será de inspiración para narradores posteriores como se hace evidente en la obra de Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega, Manuel Ramos Otero, entre otros y otras.

“Apología de Juan Nepomuceno Mojica” es el caso más evidente de la temática sexual que es frecuente en algunos cuentos de Belaval. “María Teresa monta en calesa”, recogido en el libro, es el cuento que usualmente se cita como ejemplo de esta temática en nuestro autor. Pero entre los cuentos no recogidos en el libro se hallan otros más trasgresores pero donde la sexualidad siempre se presenta bajo una capa de lenguaje culto.

En “Sonduro en el Barrio Cibuco” la sexualidad se asocia a la violencia y se presenta con elementos poéticos que evidencian la lectura de Federico García Lorca. En “La justicia del Cabo Cajones” no se trata el tema de la sexualidad pero se juega con el apellido del protagonista ya que este es un macho arquetípico y su apellido resuena a una palabra para testículos. El personaje aparece llevando una carretilla —“una carretilla para que le ayudara a cargar aquella parte de su equipo de valiente que tan buen lucimiento le había tenido frente al piquete de las ejecuciones”— así rememorando otro refrán y cubriendo la palabra vulgar con una ampulosa paráfrasis. En “Mangó bajito” la sexualidad queda asociada otra vez más con la violencia. Son múltiples los ejemplos que se pueden ofrecer de la representación de esta en los cuentos; valga con mencionar “Ajusticiamientos de Águila Blanca”, quizás el más violento de estos cuentos, aunque en el mismo no se trata el tema de la sexualidad sino el del amor paterno.

Como en las narraciones incluidas en Cuentos para fomentar el turismo, en las aún sin recoger en libro predomina la ambientación en el mundo campesino de los días del autor. Las menciones al “Nuevo Trato” y al fomento de la industria turística así lo comprueban. En general estos cuentos se basan en la dicotomía entre campo y ciudad. En esa contraposición la voz narrativa siempre exalta al campo y al campesino. Por ello pocos cuentos se desarrollan en un pueblo y en muchos son los personajes urbanos quienes vienen a romper el orden y la calma del mundo campesino. En ese sentido Belaval va en contra de otros autores puertorriqueños del momento que presentan un cuadro negativo de la situación del campesinado. Miguel Meléndez Muñoz es el mejor ejemplo de esta otra visión, aunque hay que recordar que en algunos cuentos nuestro autor también denuncia la pobreza del campesino. El mejor ejemplo de este tipo de narración es “El niño morado de Monsona Quintana”, recogido en el libro.

Esta defensa del campesinado lleva a Belaval a escribir textos que son más cuadros de costumbre que cuentos en el sentido moderno del género. Pero estos son pocos. “El alma usurera de Panchón Medina” es uno de ellos. También hallamos cuentos de aparecidos, como “Don Fermín Mendoza mata a su mestizo” y “Embeleco jíbaro de una madrugada”, narraciones que se emparentan a la tradición folklórica de tema fantástico o sobrenatural. Pero la mayoría de los textos caben dentro del patrón del cuento moderno.

Uno de esos cuentos, “El iluminado de la Virgen del Carmen”, el más antiguo pues aparece en 1933, se desarrolla a finales del siglo XIX. En este, para crear esa ambientación, se alude a “Salmerón”, Nicolás Salmerón (1838-1908), el importante político español de las últimas décadas del gobierno peninsular en la Isla. La trama de la “La justicia del cabo Cajones” se retrotrae también al siglo XIX con la mera alusión al General Palacios, Romualdo Palacio González, gobernador de la Isla durante “el año terrible del 87”, año de los Compontes. Pero “El iluminado de la Virgen del Carmen” es un tanto distinto a los otros cuentos, por su ambientación, pero no por el lenguaje empleado, a los de Cuentos para fomentar el turismo y se acerca, por su temática, a los Cuentos de la Plaza Fuerte.

Otro dato que une los cuentos incluidos en el libro con los aparecidos en la revista es que todos aparecen dedicados a figuras del momento. Los del libro aparecen dedicados, entre otros, a literatos como Juan Bosch y José Antonio Dávila, o a políticos como Jorge Font Saldaña, a músico con Jesús María Sanromá. Lo mismo ocurre con los otros cuentos. En sus dedicatorias aparecen, por ejemplo, Clara Lair, Rafael Hernández, Tomás Blanco, Samuel R. Quiñones y José S. Alegría. Estas dedicatorias, tanto las primeras como la de los cuentos no recogidos en libro, sirven para recrear el mundo intelectual en el que se movía Belaval. Sobre todo, las dedicatorias a políticos sirven para caracterizar sus posturas liberales, no radicales, y el ambiente creado entonces por el “muñocismo”. Las dedicatorias a los músicos y literatos sirven para asociarlo con otros artistas que intentaban, como él, fundir lo popular y el campesinado con la alta cultura y presentar una obra que retrata el mestizaje cultural que se empezaba a defender entre los intelectuales boricuas en el momento, aunque en su caso, Belaval tiende a recalcar el elemento español y a no considerar tan importante el negro.


D. Cuentos para fomentar la lectura

Todos estos elementos ideológicos y rasgos estilísticos que he identificado en los diecisiete cuentos no recogidos en el libro hacen evidente que Cuentos para fomentar el turismo es una obra incompleta que se deben publicar como la concibió su autor. Creo que este sería el mayor homenaje que se le podría rendir a Belaval, un escritor, sin duda alguna, central en nuestras letras. Espero en el futuro los lectores tengan el placer de leer todos estos cuentos de Belaval en un solo volumen y que el texto que ahora tiene usted ante sus ojos haya servido para fomentar esa lectura.


Obras citadas

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Apéndice

Cuentos que deben formar la edición completa de Cuentos para fomentar el turismo según el índice preparado por Emilio S. Belaval.


Apunto los cuentos que Emilio S. Belaval consideraba que debían ser parte de la edición completa de Cuentos para fomentar el turismo y lo hago en el orden que este quería que aparecieran en el texto. Los publicados en la revista Puerto Rico Ilustrado (PRI) aparecen aquí con la fecha de publicación y el nombre de la persona a quien se dedicaba. Apunto también si el cuento apareció en la edición original de 1946. El total de 27 cuentos que deberían formar la edición completa lo componen 24 publicados en Puerto Rico Ilustrado, dos que no se publicaron en la revista pero que aparecieron en la primera edición del libro y uno inédito que se conserva en el Archivo Belaval en la Biblioteca Madre María Teresa Guevara de la Universidad del Sangrado Corazón, San Juan.


“El iluminado de la Virgen del Carmen”, PRI 11 de noviembre de 1933. (Primer premio Certamen de Cuento del Ateneo Puertorriqueño, 1933) Aparece bajo el general de “Cuentos coloniales”.


“Un desagravio al Cabrón del Barrio Juan Domingo. Aparece en la primera edición de 1946. Se saca de la edición de 1967, pero vuelve a aparecer en la edición de 1977. Está dedicado a Jorge Font Saldaña.


“La viuda del manto prieto”, PRI, 26 de marzo de 1938. Aparece bajo el título general de “Cuento puertorriqueño”. Aparece en la edición de 1946 dedicado a Juan Bosch.


“El pollo pelón de Paulito Mendoza”, PRI, 3 de septiembre de 1938. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo”.


“Nuestro gran hermano Che”, PRI, 10 de junio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Enrique Koppisch de Cardona.


“El niño morado de Monsona Quintana”, PRI, 17 de junio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado al Dr. José S. Belaval y Veve. Aparece en la edición de 1946.


“Apología de Juan Nepomuseno Mojica”, PRI, 24 de junio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Edgar S. Belaval.


“La candelaria de Juan Candelario”, PRI, 22 de julio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Fernando Sierra Berdecía. Aparece en la edición de 1946.


“María Teresa monta en calesa”, PRI, 29 de julio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Ramón Lavandero. Aparece en la edición de 1946.


“Romance urbano de Monchín del Alma podrido en vida por un comején mameyero”, PRI, 12 de agosto de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Tomás Blanco.


“Santiguá de santigüero”, PRI, 2 de septiembre de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico”. Dedicado a Rafael Montañez.


“Tormenta platanera”, PRI, 9 de septiembre de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Jesús María Sanromá. Aparece en la edición de 1946.


“Las cuatro doñas de Pirulo Machado, PRI, 1 de julio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Manuel Z. Vicente.


“Don Fermín Mendoza mata a su mestizo”, PRI 8 de julio de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a José Mario Bosch.


“Peregrinitos a Hormigueros”, PRI, 19 de agosto de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”.


“La justicia del Cabo Cajones”, PRI, 23 de septiembre de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Germánico S. Belaval.


“El alma usurera de Panchón Medina”, PRI, 16 de septiembre de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”.


“Mantengo”, PRI, 3 de febrero de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a José Antonio Dávila. Aparece en la edición de 1946.


“Mangó bajito”, PRI, 2 de marzo de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a José S. Alegría.


“Andanza menor de Ma Goyo”, PRI, 1 de junio de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Nathaniel Soltero.


“Sonduro en el Barrio Cibuco”, PRI, 30 de marzo de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Rafael Hernández.


“Embeleco jíbaro de una madrugada”, PRI, 17 de febrero de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Miguel Ángel Colorado.


“Rehabilitación”, PRI, 20 de abril de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Vicente Géigel Polanco.


“Conversión de la maestrita rural Isabelita Pirimpín”, PRI, 9 de marzo de 1940. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Miguel Meléndez Muñoz. Aparece en la edición de 1946.


“Ajusticiamiento de Águila Blanca”, PRI, 5 de agosto de 1939. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Clara Lair.


“Capataz buena persona, montado en caballo blanco”. Aparece en la edición de 1946 y dedicado a Manuel García Cabrera.


“Los chambones del prócer”. Inédito. Aparece bajo el título de “Cuentos para fomentar el turismo” y con el pie final de “Made in Puerto Rico 1936”. Dedicado a Samuel R. Quiñones. Se encuentra en el Archivo Belaval de la Biblioteca Guevara de la Universidad del Sangrado Corazón.


Notas

1 Aquí no intento recoger todos los comentarios sobre estos cuentos de Belaval. Apunto los que considero los más significativos y los que me sirven para describir el proceso de recepción del libro.

2 En su comentario Pedreira también ataca por la misma razón la portada del libro que trae un dibujo de Filardi (Carmelo Filardi, 1900-1989), el más conocido ilustrador y caricaturista del momento en la Isla. En las ediciones posteriores de este libro se elimina esa portada, lo que no ocurre con la segunda colección de Belaval que también aparecía con un dibujo de este artista. El dato, como se verá, es de importancia y no mera curiosidad. También hay que apuntar que Filardi ilustró los cuentos que aparecieron en Puerto Rico Ilustrado.

3 Creo que debo apuntar, aunque sólo sea una intuición crítica de mi parte, que Pedreira exalta La llamarada (1935) de Laguerre, convirtiéndola desde entonces en un texto canónico, mientras critica negativamente los cuentos de Belaval. El crítico crea así una especie de parejas de opuestos y al hacerlo apuesta por la obra de Laguerre, opción que no parece sustentarse plenamente en nuestros días.

4 Por su parte Josefina Rivera de Álvarez en su Diccionario de literatura puertorriqueña (1955) describe la cuentística de Belaval, pero no ofrece un juicio concreto sobre la colección de cuentos que aquí nos interesa. Por ello no la incluyo en este recuento de la recepción de esta obra.

5 Meléndez habla de “[l]os diez cuentos del libro” (1957, XXIX), hecho que a primera instancia parece completamente superfluo pero, como se verá, es de gran importancia para el desarrollo de mi propuesta. Hay que apuntar además que más tarde Meléndez, en El arte del cuento en Puerto Rico (1961), vuelve a valorar positivamente la obra de Belaval pero en esta ocasión incluye cuentos de todas las colecciones suyas, inclusive da la tercera, Cuentos de la Plaza Fuerte (1967), que aún no había aparecido pero que ya el autor preparaba y que de la cual había publicado algunos en revistas. A raíz de la muerte del autor, Meléndez publica un ensayo sobre sus cuentos en el que se concentra sólo en algunas piezas: “Ficciones narrativas de Emilio S. Belaval” (1972). Lo más importante de este ensayo es el comentario del autor mismo sobre ciertas lecturas formativas que hizo y que marcaron sus cuentos.

6 Lugo de Marichal establece que Belaval mismo, en entrevistas que ella le hizo para la redacción de su tesis, le dio el dato sobre la selección de los diez cuentos. Quiero hacer constar que la bibliografía de su libro fue el dato que me llevó a la investigación de este tema y al encuentro con los archivos de Belaval en la Biblioteca Madre María Teresa Guevara de la Universidad del Sagrado Corazón. Por ello le estoy agradecido. También agradezco al personal de la Biblioteca Guevara por dejarme manejar los importantes documentos de este archivo.

7 El que se incluya en este listado todos los cuentos publicados en Puerto Rico Ilustrado revela que el mismo se hizo posterior a 1940, fecha de la aparición del último cuento de la serie en la revista.

8 Véase el apéndice a este trabajo donde resumo este documento y añado otros datos. En las páginas que siguen me refiero a los títulos de los cuentos no recogidos en el libro que cito o a los que aludo. Pero, para aligerar la lectura, no doy su ficha bibliográfica. Toda esa información se halla en el apéndice de este trabajo.

9 Sobre el controvertible movimiento de Elenita y los Hermanos Cheos véase el libro de Reinaldo Román, Governing Spirits: Religion, Miracles, and Spectacles in Cuba and Puerto Rico, 1898-1956 (2016).

10 Hay que apuntar que este personaje, que no ha sido estudiado detalladamente, aparece en nuestra música popular (Chuíto de Bayamón, La Calandria) y en La víspera del hombre (1959) de René Marqués. Como referencia a la música aparece también en el más importante mural puertorriqueño, La plena (1952-1954) de Rafael Tufiño. La plena también es central en “María Teresa monta en calesa” donde se esconde una pieza de ese género: “Cortaron a Elena”.

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