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Historia de las Indias
Fray Bartolomé de las Casas
Selección, edición y notas de
José Miguel Martínez Torrejón
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Dice allende lo susodicho, que ha de trabajar de tornar a asentar la gente desta isla, en que tornen a la obediencia y que paguen los tributos que solían pagar, y que Dios perdone a los que en la corte y en Sevilla fueron causa de tardar él tanto en se despachar, porque si él viniera con tiempo, como pudiera venir dentro de un año y mucho antes, ni se alzaran los indios, ni dejaran de pagar sus tributos como los pagaban, «porque siempre yo dije (dice él), que era necesario de andar sobre ellos tres o cuatro años, hasta que lo tuvieran bien en uso, porque se debía de creer que se les haría fuerte». Mira qué duda, digo yo, y añido, que aunque acá se hallara antes, no dejara de haber los inconvenientes que hobo y quizá mayores, porque tenía Dios determinado de lo afligir y quitalle el cargo, pues con tanta opresión y jactura destas gentes, que no le debían nada, dél usaba. Donde también añide, haciendo relación de que esta isla se iba en los mantenimientos mejorando, porque los ganados iban creciendo y los españoles haciéndose al pan de la tierra, que lo querían más que al de trigo, dice que agora tenían vida muy descansada, según la pasada, porque ellos no trabajaban ni hacían cosa, sino que los indios lo trabajaban y hacían todo, casas y pozos, y cuanta hacienda era necesaria, y que no había necesidad de otra cosa, sino de gente que los tuviese sujetos, «porque si ellos viesen que éramos pocos, dice él, alzarían la obediencia, y ellos nos siembran el pan y los ajes y todo otro mantenimiento suyo, y el Adelantado tiene aquí más de ochenta mil matas de yuca, de que hacen el pan, plantadas». Estas son palabras del Almirante. Dijo que hacían pozos, porque como estaba junto a la mar este pueblo, de la otra, como agora está desta banda, no tenían agua dulce de río, sino salada, y por eso hacían pozos, no para beber, porque es algo salobre o gruesa, sino para servicio de casa; para beber tenían una fuente, de que también hoy bebemos los que no tenemos aljibes, que es buena agua.
Es aquí de notar que éstos fueron los principios de donde nació poco a poco el repartimiento que agora llaman encomiendas, y por consiguiente, la total perdición de todas estas tan infinitas naciones; porque como se enseñaron los españoles, aun los labradores y que venían asoldados para cavar y labrar la tierra y sacar el oro de las minas (como arriba queda dicho), a haraganear y andar el lomo enhiesto, comiendo de los sudores de los indios, usurpando cada uno por fuerza tres y cuatro y diez que le sirviesen, por la mansedumbre de los indios que no podían ni sabían resistir, y según dice el Almirante en una destas cartas, Francisco Roldán y su gente alzada traían más de quinientos indios, y cuando se mudaba de una parte a otra, serían más de mil para llevarles las cargas; y los que estaban con el Adelantado, y después de venido el Almirante, hacían lo mismo por aquella semejanza; y por que no se les pasasen a Roldán, todo esto y mucho más y otras cosas peores, como eran violencias y matanzas e infinitos desafueros, disimulaban y no les osaban ir a la mano. Después, cuando Roldán se redujo a la obediencia del Almirante, como quedaban del holgar y de la libertad que traían y de ser servidos de los indios y mandarles mal vezados, comenzó Roldán a pedir al Almirante que tuviese por bien de que el rey Behechio (que, andando alzado el Roldán, lo tenía por sus tiranías amedrentado y hacía lo que quería dél con su gente) tuviese cargo de le hacer sus labranzas como abajo, placiendo a Dios, se verá. Ni poco ni mucho, como dicen, sino el rey Behechio, siendo de los mayores reyes y señores de toda esta isla y la corte de toda ella, como arriba en el capítulo 114 se dijo, lo cual el Almirante no le pudo negar, porque todo estaba reciente y vedriado y en peligro; al menos duraba el temor, y no sin causa, que no hobiese otra rebelión.
Y también hobo principio esta iniquidad de aplicar el Almirante o el Adelantado, como se dijo arriba, ciertos caciques y señores que tuviesen cargo de hacer las labranzas y mantenimientos a las fortalezas y a los pueblos de los españoles, como parece en las ochenta mil matas o montones que arriba dijo el Almirante que había hecho plantar el Adelantado aquí, cerca de Santo Domingo. Y tenía cargo deste servicio creo que un gran cacique y señor, cuya tierra y señorío era cinco o seis leguas de aquí, la costa arriba hacia el Oriente, y llamábase Agueibana; y otros hacían que tuviesen cargo de enviar gente a las minas; así que después de cesada la rebelión, mayormente cuando se comenzaron a avecindar y hacer pueblos, cada uno de ambas partes, así los que habían seguido a Roldán, como los que permanecido en la obediencia del Almirante, aunque fuese un gañán, y de los desorejados39 y homicianos, que por sus delitos se habían desterrado de Castilla para acá, pedían que le diesen tal señor y cacique con su gente para que le labrase sus haciendas y ayudase a granjear; y por le agradar y tenello contento y seguro el Almirante, y porque asentase en la tierra sin sueldo del rey (lo que él mucho deseaba y trabajaba), se lo concedía liberalmente, y a este fin enderezaba lo que en estas cartas de agora, con los cinco navíos, escribía a los Reyes, que les suplicaba tuviesen por bien de que la gente que acá estaba se aprovechase un año o dos, hasta que este negocio de las Indias se levantase, porque ya se enderezaba; y cerca desto dice así: «Suplico a Vuestras Altezas tengan por bien que esta gente se aproveche agora un año o dos, fasta que este negocio sea en pie, que ya se endereza, que ven agora que esta gente de la mar y casi toda la de la tierra están contentos, y salieron agora dos o tres maestres de navíos que pusieron a la puerta cédulas para quien se quería obligar a les dar mil y quinientos maravedís en Sevilla, que les llevarían allí tantos esclavos y les farían la costa y la paga sería de los dineros que dellos se sacasen. Plugo mucho a la gente toda, y yo lo acepté por todos y les protesto de les dar la carga, y así vernán y traerán bastimentos y cosas que son acá necesarias, y se aviará este negocio, el cual agora está muy perdido, porque la gente no sirve, ni los indios pagan tributo con esto que pasó y mi absencia, ni el Adelantado pudo más hacer, porque no tenía a nadie consigo que no fuese en tal guisa que no se podía fiar, que todos se congojaban y maldecían, diciendo que eran cinco años que estaban acá y que no tenían para una camisa. Agora les he ensanchado la voluntad y les parece que lleva razón lo que les digo, que serán pagados presto y podrán llevar su paga adelante». Estas son sus palabras. Y en otra cláusula da por nuevas buenas a los Reyes, que ya todos los españoles no querían estar por sueldo del rey, sino avecindarse, y porque lo hiciesen les ayudaba en cuanto podía a costa de los desventurados indios. Así que por lo dicho parece que el aprovecharse la gente que acá estaba, española, era darles esclavos para que enviasen a Castilla a vender, los cuales les llevaban los maestres a mil y quinientos maravedís y que les darían de comer; y negra comida sería la que ellos les darían, pues lo es siempre la que suelen dar a los pasajeros de su misma nación.
Ítem, el aprovechamiento también era dar reyes y señores con sus gentes a los desorejados y desterrados (por ser dignos de muerte por sus pecados) que, sacada la crisma y ser batizados, eran muy mejores que no ellos, para que les sirviesen haciendo sus labranzas y haciendas, y en todo cuanto ellos querían y decían que habían menester; y concedida licencia que tal cacique o señor a este fulano le hiciese tantas labranzas, porque no se le daban para más, ellos se apoderaban y señoreaban tanto dellos, que a cabo de un mes eran ellos los caciques y los reyes, y temblaban los mismos señores delante dellos. De aquí también usurpaban enviarlos a las minas que les sacasen oro, y en todos los otros servicios de que juzgaban poder cebar sus codicias y ambiciones. De las vejaciones y aperreamientos y maltratos en todo género de rigor y austeridad no quiero aquí decir más de lo que abajo se dirá. Finalmente, todo el interese y utilidad temporal de los españoles ponía en la sangre y sudores, y al cabo en perdición y muerte desta gente desmamparada, y aunque, según parece, la intinción del Almirante debía ser darles licencia para que les hiciesen las labranzas por algún tiempo y no para más, pues dice a los Reyes que tengan por bien que sean aprovechados un año o dos, en tanto que la negociación estaba en pie o se levantaba; pero como al Almirante luego quitaron el cargo y gobernación y sucedió otro, como parecerá, ellos se encarnizaron y apoderaron tanto de aquella licencia y posesión tiránica, que los sucesores en esta gobernación, no de quitalla ni limitalla, antes amplialla y confirmalla y estragalla más de lo que estaba y hacella universal estudiaron.
Y así parece claro de dónde y cuándo tuvo su origen y principio, y cuán sin pensallo aquesta pestilencia vastativa de tan gran parte del linaje humano, que tanta inmensidad de gentes ha extirpado; el dicho repartimiento y encomiendas, digo, en el cual se encierran, y para sustentarlo se han cometido todos los males, como claramente parecerá abajo.
También consta de lo arriba relatado, que nunca se dieron los indios a los españoles para que los enseñasen, sino para que se sirviesen dellos y de sus sudores y angustias y trabajos se aprovechasen; porque manifiesto es que, pues el Almirante decía a los Reyes que enviasen devotos religiosos, más para reformar la fe en los cristianos que para a los indios darla, que conocía el Almirante no ser los tan pecadores cristianos para doctrinar y dar la fe a los indios capaces; luego no se los daba sino para que adquiriesen con ellos las riquezas por que rabiaban. Lo mismo hicieron los siguientes gobernadores, los cuales no ignoraban la vida que acá siempre hicieron los españoles y sus vicios públicos y malos ejemplos, que siempre fueron de hombres bestiales; y si cuando se los daban les decían que con cargo que en las cosas de la fe los enseñasen, no era otra cosa sino hacer de la misma fe y religión cristiana sacrílego y inexpiable escarnio; y merecieran los mismos gobernadores que los hicieran, no cuatro sino catorce cuartos. Todo esto, placiendo a Dios, se conocerá mucho mejor en el libro II y más abajo.
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